MIEDOS, MITOS Y REALIDADES EN TIEMPOS DE CUARENTENA




Frente a una amenaza inminente como la pandemia del Coronavirus, es fundamental asumir con mucha seriedad, responsabilidad y conciencia ética que estamos frente a una situación complicada, que sólo se enfrenta con la prevención, acompañada de solidaridad, tolerancia y aceptación de emociones displacenteras.

Aceptar que el coronavirus nos genera mucho miedo, no es una señal de debilidad. Todo lo contrario, el miedo es una emoción normal y adaptativa, ya que nos previene de una amenaza real, concreta e inminente, como lo es el contagio de un virus que, si no se siguen las medidas estrictas de higiene y resguardo, nos puede enfermar.

El miedo, como una emoción adaptativa, se manifiesta de forma diferente, en las distintas etapas de desarrollo. A medida que vamos evolucionando en interacciones sociales, inteligencia y afectividad, vamos adquiriendo las distintas estrategias para convivir con esos miedos. Veamos cómo se van manifestando esos miedos a lo largo de la infancia y adolescencia, para poder ir sugiriendo algunas recomendaciones que nos permitan llevar a buen término esta cuarentena.

El niño muy pequeño, durante los primeros 6 meses, le teme a los ruidos fuertes y a perder el equilibrio postural, por lo que es importante evitar las fuertes sacudidas que posiblemente los padres en casa, sin saberlo, juegan a lanzar hacia arriba a los bebés. Pueden jugar con los bebés, abrazarlos, mecerlos, cantarles y hablarles, además de acudir con responsibidad a la satisfacción de sus necesidades básicas. Es importante mantener la rutina del baño, la alimentación y el sueño.

A partir de los 7 meses, el niño empieza a sentir miedo a los extraños. En cuarentena, es difícil que en la casa aparezcan desconocidos, por lo que no debemos preocuparnos. Lo que recomendaría es que el niño siga durmiendo en su cuarto; es posible que la mamá, para sentirse más segura, incremente su sentido de protección y quiera traerlo al lecho parental. La dificultad estaría en que, una vez pasada la cuarentena, será complicado devolverlo a su cuarto.

Muy cerca a la aparición del miedo a los extraños, surge el miedo a separarse de la madre, que se mantiene por años, pero que se va lidiando con él, a medida que se evoluciona. Este miedo es acentuado hasta los tres años, por lo que hay que aprovechar este tiempo para estar de ellos, no desaparecer de la vista del niño por tiempos prolongados, consentirlo, cantarle, narrarle historias cortas. Como a los dos años de edad, surge otro miedo, el de caerse, eso es debido a que el niño está tratando de alcanzar una marcha segura y, con la aparición de la capacidad de representación, ya tiene entre sus esquemas, las experiencias de sus encuentros con el suelo y se puede anticipar al dolor físico que las caídas le generan.

Entre los 3 y los 6 años, persisten los miedos a la separación, a las caídas, al dolor físico y surgen otros miedos, gracias al pensamiento mágico del niño. Este lo lleva a sentir miedo a los monstruos, catástrofes, fantasmas, ruidos poco usuales como los generados por los rayos, relámpagos. También, empieza a tener experiencias con la muerte; ya sea porque algún familiar ha fallecido, ya sea porque en las redes, películas, medios ha presenciado hechos violentos, etc. Y, frente a esta exposición, unido al pensamiento, teme que los seres más cercanos se mueran. En esta cuarentena, toda la familia estará en casa, todos los días, lo cual es una situación poco común. Es posible que el niño perciba esa situación como extraña, por lo que se le debe decir que se está allí para que todos: mamá, papá y hermanos no se enfermen, ya que hay una gripe muy fuerte que tienen otras personas y, si se sale nos la pueden pegar y enfermarnos. Por eso, mamá, papá y demás, estamos acá para seguir sanos y así poder protegerlos, cuidarlos. Otra sugerencia sería continuar con la rutina de la educación inicial, en particular, estimular el dibujo, invención de historias, escuchar música, hacerlo partícipe de algunas rutinas domésticas, etc.

A partir de los siete años, los miedos más frecuentes de los niños están relacionados con sus competencias sociales, académicas y físicas. Teme mucho no poder adquirir los aprendizajes de las materias instrumentales, ya que esto le generaría ideas sobre una posible incompetencia cognitiva y esto es muy desestimado por sus compañeros. También, siente miedo de no tener amigos y no responder a los retos de despliegue físico muy comunes a estas edades. En tiempos de cuarentena, es importante que siga la rutina escolar, pudiera ser a través de los programas de La Familia es una escuela, que dan en Venezolana de Televisión, también con otros tutoriales en YouTube y, pudiera ser a través de las redes, con otros amigos. No excluyo a los padres como facilitadores, siempre que tengan la suficiente prudencia, tolerancia al error, paciencia y confianza en el niño. Vale destacar que los padres no son maestros, son padres y la manera en como enfoquen la evaluación de los aprendizajes del niño es esencial, ya que uno de los miedos señalados arriba es sentirse incompetente en sus habilidades escolares.

En concordancia con lo arriba señalado, es fundamental hablarle al niño de la pandemia, en términos concretos, insistir en la prevención y en la responsabilidad individual y colectiva que tenemos todos para mantenernos sanos. También es importante que el niño le dedique un tiempo a la lectura de cuentos cortos, armar rompecabezas, hacer sopas de letras y utilizar juegos de mesa.

Entre los 9 y los 12 años, los niños se están acercando a la pubertad y los miedos se centran en las consecuencias de los cambios biológicos, psicológicos y sociales. Están muy pendientes de cómo su cuerpo cambiante, responde a los modelos sociales expuestos por los medios; a ser aceptados por sus iguales; a sentirse aceptados por sus iguales. Posiblemente, en tiempos de cuarentena, los niños estarán pendientes de sus amigos, incrementen la interacción con ellos en las redes y celulares, tiendan a aislarse en sus cuartos, para compartir en las redes. También, a seguir tutoriales sobre tips de estética, belleza, moda. Además de mantener la rutina en sus labores escolares, conversar con ellos sobre la importancia de la prevención, para evitar el contagio, limitar su exposición prolongada a las redes, incluya el tema de mantenerse en forma, cuidar su apariencia, aceptar los cambios que su cuerpo va teniendo, entre otros temas, en la cuarentena.

En la adolescencia, etapa de transición, acompañada de cambios en todas las esferas del desarrollo, los miedos serían más de carácter social. Hay que recordar que, en esta etapa, la tarea más importante es la búsqueda de una identidad que lo diferencie de sus padres y le ayude a relacionarse con su grupo etario. Veremos cuáles son los miedos más frecuentes de la adolescencia y cómo podemos ayudar a superarlos.

El miedo al fracaso en la adolescencia, surge del enfrentamiento a nuevos retos, logro de objetivos y alcance de metas, lo que le permite darse cuenta de que no siempre se sale airoso en lo que se propone. Experimenta el fracaso y teme quedar muy mal frente a sus familiares y amigos. Es, este miedo a no salir exitoso en lo que se propone, lo que en ocasiones lo puede conducir a no esforzarse por intentarlo y a no arriesgarse a enfrentar las dificultades, ya que con ello evitaría el fracaso. En tiempos de cuarentena, es recomendable permitirles a los jóvenes que expresen libremente sus sentimientos y emociones para que sientan el apoyo de los adultos de su entorno ante cualquier reto que se propongan, como inventar historias, crear manualidades, construir maquetas. Además, insistirles en seguir su rutina académica, mediante tutoriales, repasos de aprendizajes previos.

El miedo al rechazo, es otro de los miedos más frecuente en los adolescentes, por las inseguridades y falta de confianza en sí mismos, lo que los hace dudar de sus cualidades y a interpelar su valía. Ser rechazado puede conducir al adolescente a tener una baja autoestima y una pobre imagen de sí mismo. Es recomendable que, frente a las rutinas académicas, rutinas domésticas y sociales, se evite reprocharles sus errores. Sea tolerante y paciente, permítale que vea por sí mismo donde está la equivocación y provéalo de estrategias para enmendarla. El diálogo, la expresión libre de sus sentimientos y emociones, sobre la pandemia deben ser valoradas.

Otros miedos de los adolescentes serían: miedo al ridículo, miedo al acoso escolar y miedo a los cambios. En el primer caso, está relacionado con el temor a ser rechazado y el miedo al que dirán. Con relación al acoso, el adolescente teme ser objeto de burlas, insultos, murmuraciones e incluso de la indiferencia de los demás. En el último caso, el futuro que se vislumbra para el adolescente, estará lleno de muchos más cambios que alterarán su vida. El miedo a lo que se avecina, puede hacer que se aferre a lo conocido y se resista a lo nuevo.

Los miedos arriba mencionados pueden apaciguarse mediante el acompañamiento del adulto, aceptándole sus miedos, estimulando a que hablé de ellos sin enjuiciarlo, estableciendo relaciones empáticas.

Uno de los miedos que más agobia al adolescente y del que menos se habla es el miedo a la muerte. El concepto de muerte que puede ser difuso en etapas previas, empieza a ser más palpable en la adolescencia. La muerte de algún familiar cercano como uno de sus abuelos, lo llevan a plantearse la pérdida de un ser querido, pudiendo desarrollar miedo a perder a los padres, a algún amigo o incluso miedo a su propia muerte. Una forma de mitigar ese miedo, es hablar con el adolescente sobre la pandemia, invitarlo a que se informe por medios serios sobre este virus, sin caer en la saturación. Pedirle que haga una lista de los miedos que este flagelo le produce y discutirlos con él, en términos realistas. Estimularlo a que realice pancartas sobre las medidas de prevención y las coloque en varios lugares de la casa.

Posiblemente no sea fácil apoyar al adolescente en el afrontamiento de sus miedos, ya que algunas características de su pensamiento los conduce a considerarse personas especiales y mucho más importantes en el medio social de lo que son en realidad. Se perciben a sí mismos y sus propias opiniones e intereses como las más importantes y válidas. La información que ellos tienen de algún aspecto es más importante en la formación de los juicios que hacen que los pensamientos de los demás y otra información relevante. Les resulta muy difícil comprender las opiniones de otras personas.

Esas características del pensamiento del adolescente son consecuencia del resurgimiento del egocentrismo, propio de esta etapa. Son frecuentes las ideas de invulnerabilidad e invencibilidad. La impresión de ser invulnerables les lleva a pensar que nadie puede entender sus sentimientos. El mito de invencibilidad personal o en forma de fantasías, hace que se consideren “héroes” o “heroínas”.

Además de los miedos manifestados por los adolescentes, debemos lidiar con sus características de pensamiento. Aquí debe primar la paciencia, la tolerancia, la escucha empática y la aceptación de que muchas veces no se puede llegar a acuerdos. Pudiéramos aprovechar el mito de la invencibilidad, proponiéndole tareas de cuidado y protección a los más pequeños y a sus abuelos, ya sea por medio de juegos cooperativos, conversaciones diarias con sus abuelos por celular, cuidados a los animales de la casa, entre otras.

Al lado de los miedos que se presentan con más frecuencia en la infancia y adolescencia, los cuales pertenecen a la dimensión “peligro y muerte”, debemos considerar que nos estamos enfrentando a una situación inusual, como lo es convivir todo el día, dentro del mismo espacio, todos los miembros de la familia. Antes de la pandemia, los distintos miembros de la familia, se disponían a cumplir sus funciones, reencontrándose al final de la tarde. Los fines de semana eran los días en que compartían todos, aunque realizando actividades de ocio y recreación. Durante la cuarentena no hay muchas posibilidades de ocio y recreación como ir al cine, salir al teatro, jugar con los amigos, ir a fiestas, entre otras actividades. Frente a esta situación relativamente desconocida, hay que dejar de romantizar la dinámica familiar y enfrentar alteraciones de ánimo, desobediencia a las figuras de autoridad, aburrimiento, discusiones y conflictos. Por lo tanto, debemos armarnos de paciencia, solidaridad, comprensión, inventiva y creatividad, sin olvidar que el cumplimiento de las funciones como figuras de autoridad parental debe seguir cumpliéndose con firmeza y calidez.


Carmen Liliana Cubillos S.
 Psicóloga del Desarrollo Humano


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