MANIPULACIÓN, MENTIRAS, TORPEZA Y FASCISMO: Una breve y trágica historia de la MUD y su líder Henrique Capriles. Parte I



Este título surge, casi de manera inevitable, cuando uno hace un breve recorrido por la trayectoria política reciente de Capriles y de la actual dirigencia de la oposición (concentrada en Primero Justicia y en la MUD). En el 2011, la oposición venezolana buscaba una nueva figura que permitiera proyectar su vieja y única estrategia política, es decir, alguien que canalizara el descontento y la insatisfacción hacia el gobierno bolivariano para, de ese modo, derrotar al Comandante Chávez en las elecciones de octubre del 2012 y así llegar, al fin, al poder. Los sondeos y las encuestas que realizó en ese momento la oposición mostraban que Henrique Capriles contaba con una clara ventaja para asumir ese papel, en comparación con otros candidatos/as con quienes compitió y frente a los cuales terminó finalmente por imponerse en las elecciones primarias que la oposición realizó en febrero del 2012. Al día siguiente, vimos a un Capriles sonriente, juvenil, fresco, hablando con un entrevistador en Venevisión a quien le transmitió una absoluta seguridad acerca de su estrategia electoral la cual, según él, garantizaría la victoria: “mire … yo le digo a cada uno de los que quiere un cambio, que busque a dos personas más y si tu multiplicas por dos los resultados de ayer, (se refería a los resultados de las elecciones primarias del día anterior) el triunfo está asegurado”. En esa oportunidad no dijo mucho más y uno pudo haber pensado que tanta simpleza y trivialidad se debía a que estaba bajo la euforia del “día después” de su elección y que su pensamiento tendría algo más de profundidad y su propuesta para el país se iría viendo a lo largo del tiempo que distaba aún de octubre. El tiempo pasó y las propuestas de Capriles y de la MUD se redujeron a “buscar el progreso para todos”. Capriles aseguraba que su “autobús del progreso” recorrería Venezuela “y si alguien se nos cae, nos devolvemos, lo buscamos y seguimos adelante”. Esas parecían ser las fórmulas con las que se planteaban resolver el problema de la pobreza, la exclusión, el deterioro ambiental, la economía, la administración de la renta petrolera, la educación, la salud, las relaciones internacionales y todo lo que se quiera agregar en lo que a proyecto político se refiere. Para buena parte del país, estaba muy claro que “ese” no era su proyecto político, no tanto por la increíble trivialidad de lo que planteaba, sino porque sabíamos a ciencia cierta que tanto su sustento ideológico como el de la MUD, son de corte neoliberal y esto no requiere mayor explicación. Sin embargo, Capriles insistió en esta propuesta tan superficial,  a la cual aderezaba con un grotesco empeño de mostrarse como un tipo progresista, casi casi parecido a Chávez. Así, por ejemplo, en una entrevista en Televen, cuando el periodista le señaló que se decía que él era de derecha, Capriles respondió con su acostumbrada sonrisa algo más o menos como esto: “bueno, yo no creo mucho en eso de izquierda y derecha pero si tengo que definirme me defino como de centro izquierda”. (¡) En esa misma línea, cada vez que pudo, se dijo “ser un gran admirador de Lula” aunque a veces prefería decir que admiraba “el modelo brasilero”. Cuando llegó el momento de entregar su programa y formalizar su candidatura en el CNE, enfundado en una franela de la “vinotinto” y ante una gran cantidad de público opositor, repitió varias veces y durante varios minutos frases que expresaban cosas como esta: “como te quiero Venezuela” , “que bella es Venezuela”, “Venezuela como te quiero”; de su programa, nada más allá del “autobús del progreso”. Cuando la campaña electoral comenzó a hacerse más intensa y las contradicciones se hacían más evidentes, se autoproclamó un “defensor de las misiones sociales” y propuso hacer una ley para que “las misiones sean para todos, sin exclusión”, tratando de promover así la idea de que él apoyaba las misiones pero que había que “democratizarlas”. Esa iniciativa jamás prosperó y se cuidó mucho de no hablar  nada sobre las misiones en sí mismas, ya que seguramente no las conoce ni se interesó jamás por ellas. Nunca, a lo largo de esa campaña, el candidato Capriles ni ningún otro miembro de la MUD, dieron a conocer su proyecto político ni explicaron ni propusieron debate alguno que le permitiera al país  conocer lo que harían en caso de llegar a la presidencia, aunque tal como ya lo dijimos, todos sabemos lo que hubieran hecho. Eso sí, contó siempre con una total y absoluta cobertura de los medios de comunicación privados que promovieron sin cesar su figura a lo largo y ancho de todo el país e incluso en el plano internacional.

El candidato Capriles y la MUD lograron animar a los sectores opositores a votar por su opción y los convencieron que ganarían. Sin embargo, perdieron frente al Comandante Chávez  y, en virtud de ello, no poca gente opositora que había creído ciegamente en su triunfo no logró explicarse lo que había ocurrido y sufrió un sentimiento de frustración muy profundo del cual les costó salir con no poco sufrimiento. Frente a ello, ni Capriles ni ningún otro miembro de la MUD, asumieron responsabilidad alguna.

Llegaron las elecciones de gobernadores y la MUD decidió posicionar a Henrique Capriles como su líder conductor y aunque éste se había separado de la Gobernación del Estado Miranda, decidió retomarla y, al mismo tiempo, postularse para una reelección en ese cargo. Obtuvo un apretado triunfo frente a Elías Jaua, el cual asumió sin poner ninguna duda sobre el resultado, aunque no asumió responsabilidad alguna por el desastroso resultado de la MUD a nivel nacional, donde obtuvieron apenas 3 gobernaciones.

Ocurrió luego la trágica desaparición física del Comandante Chávez, la cual movilizó toda suerte de procesos y sentimientos colectivos en el país y en el mundo entero, aunque para la oposición venezolana, la MUD y el propio Capriles, este evento representó más bien una oportunidad política, para no agregar que también fue motivo de alegría o satisfacción. Como sea, el caso es que el mismo día en que finalizaron los actos por el fallecimiento del Comandante, Capriles dio una conferencia de prensa al caer la tarde, en la cual su imagen y todo su discurso, poco tenían que ver con aquel tipo sonriente y amigable que la habíamos visto luego de ser escogido en las elecciones primarias de la MUD. Su gestualidad, sus ojos exorbitados, su entrecejo fruncido, su actitud toda ella y muy especialmente sus palabras, mostraban una profunda hostilidad, expresando frases que, como esta, los chavistas no olvidaremos: “Chávez se murió y nadie se los va a devolver”. A lo largo de esa exposición, Capriles atacó, agredió y difamó de todas las formas posibles al proyecto bolivariano, al tiempo que también intentó sembrar la duda sobre la fecha del fallecimiento del Comandante, todo ello sin importar y sin considerar el dolor no solo de un pueblo entero que lo lloraba, sino también el de un padre, de una madre, de unos hermanos y unas hijas y un hijo que fueron incluidos por fuerza en esta acusación insensata. Esta era la línea a seguir por la MUD y su candidato y cuando Nicolás Maduro, como presidente designado convocó a elecciones para darle cumplimiento a lo que establece la Constitución, ya sabíamos como sería el tono de esta nueva campaña. Fue un mes de ataques constantes, de mentiras y rumores, calumnias y campañas permanentes, dirigidos y coordinados por la MUD y su candidato y acompañados, como siempre, por todos los medios de comunicación privados. En esta oportunidad no apareció su interés y valoración por las misiones sociales aunque afirmó que de ganar la presidencia, no volvería a “regalarse un solo barril de petróleo más a Cuba”. Volvieron a promover la rabia en su propia gente, desarrollando mensajes persistentes e insistentes que estimulaban una visión absolutamente negativa del país, mostrando al proyecto chavista como la peor de las catástrofes y a sus personeros como la peor calaña de ser humano jamás vista. Lograron movilizar así a mucha gente opositora que creyó que esa sería la oportunidad casi única de obtener una victoria electoral y así acudieron a las urnas el 14 de abril del 2013. El estrecho margen por el cual el Presidente Maduro ganó las elecciones, generó un clima de incertidumbre, el cual fue atizado con el desconocimiento de los resultados por parte de Henrique Capriles y de la MUD. “Nosotros tenemos otros resultados” dijo Capriles cuando se dirigió al país en la misma noche de las elecciones; lo dijo como si fuera realmente posible, creíble y legítimo que alguien, fuera del CNE, pudiera contar con algo más que proyecciones. Lo dijo a sabiendas que sus resultados no eran realmente distintos pero que el margen tan estrecho, sumado a la campaña de desprestigio que habían realizado a lo largo de mucho tiempo, se encargarían de generar una profunda desconfianza hacia el CNE por parte de sus seguidores e, incluso,  hasta en alguna parte del chavismo. La insistencia en este argumento, sumado a la frustración de haber escuchado el boletín del CNE donde se daba ganador a Maduro por una escasa diferencia, generó de manera casi automática algo más que una desconfianza hacia el CNE: se conformó, en los opositores, una verdadera certeza de que el gobierno había hecho trampa y les había arrebatado su triunfo. Capriles y toda la dirigencia de la MUD continuaron estimulando este clima de crispación y de irritabilidad, dentro del cual se encontraba una buena parte de la población aún bajo el dolor de la pérdida del Comandante pero dispuesta a defender lo que asumían como su propia victoria y  otra, también numerosa, frustrada y convencida que había sido estafada por el gobierno. En medio de ese clima, los dirigentes de la MUD hicieron presencia inmediata en los medios de comunicación y muy temprano en la mañana Julio Borges (dirigente de Primero Justicia y de la MUD) declaraba en Globovisión: “este es un gobierno enfermo, un gobierno podrido que está acabado”, agregando además que “esto que ellos llaman Revolución está herido de muerte” y remataba señalando que “aquí ha ocurrido un verdadero terremoto político”. Por su parte, casi al mismo tiempo, Ramón Guillermo Aveledo (dirigente de la MUD) declaraba en Televen que “esto se acabó, ellos saben que este gobierno está terminado”, haciendo gala de una casi perfecta sincronización del discurso. Era el lunes 15 de abril y Henrique Capriles convocó a una marcha hacia el CNE “para hacer valer nuestros derechos”, hablándole así, en esos términos y con esta gestualidad y tono de voz hostil (que seguirá mostrando hasta nuestros días)  a una sociedad que estaba al borde de un conflicto que podría cobrar magnitudes inimaginables. Lo hizo concientemente y a sabiendas que nadie podría garantizar que una marcha al centro de la ciudad por parte de la oposición, no se convirtiera en un verdadero baño de sangre cuando seguramente se encontraría con gente chavista que también saldría a defender su resultado. Era tan obvio este riesgo que hasta una periodista de Televen, (que por cierto es conocida opositora) le preguntó en una entrevista a Tomás Guanipa (dirigente de Primero Justicia y de la MUD)  cómo harían para evitar que este llamado “se les fuera de las manos”. A esto el dirigente contestó: “Eso no va a ocurrir porque nosotros contamos con un líder que es Henrique Capriles que sabe como guiarnos en esta crisis”. Este argumento fue reiterado por el propio Capriles en una conferencia de prensa frente a una gran cantidad de medios nacionales e internacionales donde él mismo se erigió como líder conductor del momento, expresando lo siguiente: “Déjenme manejar a mí esta crisis, les pido que me dejen conducir en este momento”. En esa misma línea, continuó insistiendo en que el gobierno era ilegítimo, que las elecciones eran fraudulentas y que había que salir a “drenar la arrechera”. Es cierto que también dijo que había que salir a “tocar las cacerolas”, utilizando así esa instrucción tan hipócrita como inútil para una sociedad con tan alto nivel de crispación psicológica., para tener un argumento más adelante, cuando la tragedia se consumara, que le permitiera decir que él no había incitado a la violencia. El presidente Maduro, consciente del peligro inminente que traía esta convocatoria y anticipando las terribles consecuencias que esto tendría,  prohibió de manera terminante la marcha opositora hacia Miraflores y Capriles de inmediato expresó que él suspendía la convocatoria. Pero ya las condiciones estaban creadas y aunque no se produjo la marcha, se saquearon e incendiaron instalaciones del PSUV y varios centros de atención de Barrio Adentro, se hicieron guarimbas y se generó en todo el país un clima de profunda zozobra, aderezada de manera permanente por los medios con la estimulación a la rabia y la frustración. El saldo más trágico: once personas perdieron la vida (chavistas todas).

Ni Capriles, ni la MUD, ni los medios de comunicación asumieron responsabilidad alguna por estos hechos. Por el contrario, Capriles insistió siempre en que él solo hizo un llamado para “hacer sonar las cacerolas”. Lejos de cambiar de estrategia, vimos como siguió una escalada de asedio al gobierno, generando distintas acciones orientadas hacia el cuestionamiento del CNE. Cada día se planteaban nuevas denuncias y nuevas “explicaciones” de donde había estado la trampa. Sin importar que el sistema electoral hubiera soportado todas las pruebas correspondientes a las auditorías, de las cuales habían participado los técnicos de la MUD, ahora se exponían permanentemente argumentos que generaban dudas y desconfianza. Todos y cada uno de esos argumentos fueron respondidos de forma apropiada, lo cual incluyó también la auditoría del 100 % de las cajas de votación. Sin embargo, Capriles y la MUD continuaron el asedio, cambiando a cada paso el argumento inicial, desestimando e ignorando lo que se les respondía. Al mismo tiempo, iniciaron una campaña internacional que consistió en viajar por el mundo llevando a diferentes países la versión que decía que las elecciones habían sido fraudulentas y que Nicolás Maduro era un presidente ilegítimo. A casi todos y todas los seguidores de la oposición, se les convenció que en efecto la trampa había existido, que Maduro era ilegítimo y que necesariamente terminaría renunciando por la presión tanto interna como externa. A través de sus sincronizadas declaraciones, todos los dirigentes opositores, con Capriles a la cabeza y con la siempre leal ayuda de los medios de comunicación privada, convencieron a sus seguidores que el chavismo estaba terminado y que el gobierno caería en cuestión de poco tiempo. Todo esto se dijo y se transmitió mostrando una total y absoluta certeza, la cual no dejaba margen para la duda.

Ms. Fernando Giuliani
Psicólogo Social

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