EL RUIDO DE LAS CACEROLAS
El ruido de las cacerolas no sólo
aturde a quienes estamos sometidos a escucharlas, sino también a quien la
interpreta tan desafinadamente y vulnera la propia capacidad de sus oídos. Si
ese ruido producido por la multitud volátil (concentrada de 8pm hasta las 8.30pm) no logra articular un
discurso que permita expresar las diferencias, contraponer los puntos de
vistas, con su respectiva concepción de Democracia, pronto estaremos ahogados
en un concierto en red que comienza en un país y aparece rápidamente en otro,
hasta convertirse en un nuevo contenido massmediático, de efectos especiales, en la reencauchada manera de hacer protesta política.
Tal ruido impide hacer uso de los
medios institucionales, (bajo la creencia que los Gobiernos los tienen secuestrados
y a su servicio), aunque el Estado nos abarque a todos.
En esta pugna por el Poder los
mecanismos, instrumentos y garantías conquistados históricamente parecen
vaciarse de contenido, de legitimidad, y una pataleta de los líderes de la
oposición montados en el estrado político, en la tarima virtual de los medios
arengan a sus seguidores a hacer
catarsis política contra personas y bienes que nos pertenecen a todos.
Esa catarsis hoy en Venezuela
dejó sin vida a 8 personas. Por su puesto, “yo sólo toco la cacerola, no
disparé, ni maté a nadie”, podrían expresarme cada uno de mis vecinos, quienes
ahora me miran con sospecha, por cierto.
Ese ruido aturde, esconde, atenta contra toda posibilidad de diálogo. El
fin es que no haya espacio para que las ideas contrastadas, sometidas a prueba
puedan ir fortaleciendo el entendimiento humano, el de todos. Aquí hacemos una
gran pataleta, el ruido de las cacerolas es su
metonimia, de ese modo damos paso al descontrol del que sucumbe ante sus propias
emociones y luego se desresponsabiliza de ellas.
Difícilmente podremos avanzar en
la construcción de la Paz,
sino asumimos la violencia simbólica de la cual somos portadores, de esa que me
enorgullezco cuando me detengo ante la puerta de mi vecino, contrario a mi opción
política, y le rebano los sesos con el cucharón hostil que con fuerza dejo
caer, también sobre mi alterado cuerpo.
El autoaturdimiento se convierte
en un mal augurio, muestra la patente
contradicción del que dice: “quiero que hablemos” y cierra su escucha para validar sus propias ideas. Sino me
conmuevo ante lo que el otro me dice, sino interrogo lo que el otro me dice,
sino le pido que me dé argumentos, sino lo invito y no me exijo a mi mismo a
dejar entornada la puerta, a reconocerme necesitado del otro, vulnerable, en plena
construcción y deconstrucción de mi
propia humanidad, terminaremos deshabitándonos, convirtiéndonos en
consumidores de imágenes y discursos
saciados de odio.
Por una paz sin edulcorantes, por
una Paz donde el compromiso por alcanzar una convivencia real, con sus altos y
bajos, sea el accionar cotidiano de cada uno de nosotros.
María José Aponte L. C.I.
7.284.784. Psicóloga
Comentarios
Publicar un comentario