PARA LA GUERRA, NADA
La situación
que vivimos en Venezuela no es un secreto para nadie. Poco a poco, desde el
2013, la Guerra No Convencional y asimétrica afiló sus armas en el área
psicológica y económica, como un cerco contra la población. Por primera vez en
nuestro país comenzamos a padecer de un acaparamiento masivo, saboteo en la
distribución, extracción de productos básicos, aumento injustificado de precios,
con las consecuencias psicológicas descritas en este mismo blog y en muchos
otros artículos y ponencias.
Después de un
año 2017 violento, bárbaro y pasar a la etapa del renacimiento con una Asamblea
Nacional Constituyente, el ataque se recrudeció en lo económico y en este año
2018 electoral, lo que hemos vivido casi que no se creería si no fuese porque el
día a día lo vivimos de forma grotesca. El arma de la hiperinflación y un
cambio de divisas criminal desatado, origina cambios de precios mil veces de un
día a otro, hablamos de millones de bolívares como si habláramos de centavos. Ningún
esfuerzo es suficiente. Hemos dejado de consumir los productos de la dieta
básica y tradicional, los productos de higiene son un lujo, los repuestos de
cualquier electrodoméstico, vehículos o de la vida doméstica son imposibles de
adquirir. Con ello hemos pasado a una sensación de empobrecimiento muy fácil de
sentir y de vivir, la sociedad de consumo invirtió décadas para que esto sea
una verdad, la comodidad y la diversidad de productos son sinónimos de
abundancia y la posibilidad de adquirirlos y de tener de “todo” es equivalente
a prosperidad, en esa sociedad cuyo único fin real es consumir, donde tener se confunde con ser.
Pues bien,
como consecuencia, las emociones son estimuladas a través de las operaciones
psicológicas y en estas condiciones están muy presentes la angustia, la
ansiedad, la tristeza, desesperación, rabia, desesperanza, ira, irritabilidad,
incertidumbre, desasosiego. Hay una hiper-emocionalidad y sensibilidad, en lo colectivo la quejadera
permanente, hablar de los precios es el tema de conversación más común, a veces
hablar de otro tema o estar contento es sentido como una agresión al otro, así
es que a veces decir buenos días puede provocar que te mienten la madre.
Nuestra forma de vivir ha ido cambiando y ver esta crisis como una oportunidad es difícil, después de vivir 20 años en Revolución con cambios positivos, oportunidades, abundancia y tranquilidad.
Cada forma de
vivir esa realidad depende de nosotros mismos. Cuando algo falta, podemos
deprimirnos, abandonar o conformarnos con que no lo tenemos, no lo podemos
tener y aceptar “eso es lo que hay”, con sus consecuencias emocionales de cada
estructura de personalidad, pero en este país hemos aprendido a sacar de
nosotros todas las capacidades, hemos aprendido a hacer lo que necesitamos y
adaptarnos a la situación con entereza no con conformismo, que es diferente. Con
la capacidad de lucha intacta, hemos aprendido a hacer jabones, pasta dental, champú,
lavaplatos, desinfectantes, desodorantes… y de comer ni hablar, hacemos carne
con la cáscara del plátano, carne de lentejas, masa para pizza de calabacín, arepas
de cualquier verdura y rellenos extraordinarios e innovadores, hacemos quesos
caseros, panes, mantequilla de vegetales, germinamos cualquier semilla y cada
cosa rica que compartimos es una victoria a esta guerra.
Hemos dejado
la dependencia a ciertos medicamentos que no eran tan necesarios como creíamos
y reaprendido a vivir para evitar alteraciones de salud. Y se ha generado un
gran reto para conseguir aquellas indispensables. Ha sido difícil, muy difícil, miles de veces
nos decaemos, nos alteramos, nos preocupamos, pero avanzamos como en cualquier
guerra, si permanecemos en los estragos de las operaciones psicológicas, la guerra
avanza y perdemos batallas. Buscamos resistir y crear desde lo colectivo y
desde la organización popular. Cada acción creativa para resolver, cada acción
solidaria, cada receta que compartimos, cada idea productiva, cada acción
organizada para traer el CLAP (comité local de abastecimiento y producción) a
la comunidad, cada mercadito directo del productor, cada feria, cada intercambio de experiencias positivas ante
la adversidad es un elemento de resistencia y de victoria.
Es un espacio menos para la guerra.
Nos hemos
adaptado a las necesidades y circunstancias reestructurando nuestras
capacidades y recursos internos, familiares, comunitarios y nacionales.
Inventamos o erramos, diría nuestro gran maestro Simón Rodríguez y lo hemos
hecho. Debemos con conciencia pasar de la emocionalidad excesiva a la
racionalidad y tener claro cuáles son nuestros objetivos, porque estamos en
esta guerra no declarada, en este acoso despiadado, cruel y sabemos lo que nos
jugamos. Cada estado de ánimo, pensamiento, acción, es parte de las
circunstancias, ser consciente implica también saber si fortalecemos o derrotamos
esta guerra.
Somos
esperanza, somos luchadores, luchadoras
y vencedores históricos en las dificultades.
Para la
guerra, nada.
Ovilia Suárez F.
Este escrito refleja una realidad, nuestra realidad!y evoco algo que escuché hace mucho tiempo en boca de nuestros hermanos de la Unión Patriótica de Colombia que se convirtió en el grito de millones de hombres y mujeres que se atrevieron a luchar por un mundo mejor:
ResponderBorrarENAMORADOS DE LA VIDA
RESENTIDOS CON LA MUERTE
A LA VIDA SIEMPRE DAREMOS TODO
A LA MUERTE JAMÁS DAREMOS NADA!
PARA LA GUERRA NADA!