LA ORGANIZACION COMUNITARIA


La organización comunitaria ha sido tema de debate y de trabajo intenso  toda la vida, en la cuarta república  ya muchos de nuestros colegas trabajaban intensamente en esta área, el propio presidente Chávez no sólo los leía sino que comentaba e impulsaba al poder popular desde la comunidad,  partiendo de ella. En el 2010 Fernando Guliani declaraba en Últimas Noticias a propósito de ello, consideramos importante traer el tema a nuestro blog, ahora después de tantos logros sociales conquistados por la Revolución Bolivariana y los nuevos retos planteados en la actualidad. 

 

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Fernando Giuliani, experto en organización comunitaria “Las organizaciones comunitarias le llevan una distancia considerable a las instituciones”


En lugar de radicalizarse en sus vínculos con las organizaciones comunitarias, las instituciones se han burocratizado aún más. Si a ello se agrega la falta de continuidad en la gestión pública, los cambios continuos de autoridades y equipos de trabajo, ¿cuál podría ser el resultado de esa ecuación? Por una parte ineficiencia y por la otra, una carga de frustración para la gente.
Pero esto no quiere decir, de acuerdo a Fernando Giuliani, psicólogo social y experto en organización comunitaria, que “no se ha hecho nada o lo que se ha hecho es todo malo”. Hace falta un balance para responder dos preguntas: ¿cuáles han sido los resultados? ¿y cómo se ha impactado? De lo contrario, ¿cómo se puede rectificar?
¿Para qué sirve la organización comunitaria?
El principio de organización es propio de cualquier sistema social y todo está organizado, desde la vida pública hasta la vida privada. Cuando llegas al entorno comunitario, el fin último de la organización es canalizar la participación en los asuntos públicos. Por supuesto, eso viene acompañado de la promoción de la ciudadanía: actuar en un marco de derecho y de responsabilidad. Pero eso requiere organización.
Los consejos comunales, por ejemplo, se organizan con la idea de participar en las políticas públicas, con la idea de que el Estado tenga un guión de lo que la gente necesita. ¿Las políticas públicas responden a las necesidades de las comunidades?
Este tema hay que ponerlo en perspectiva histórica. Es decir, analizar ¿cómo está hoy la organización comunitaria?, entendiendo dos cosas: 1) el contexto de exclusión histórico que tuvieron las comunidades, tanto en la ciudad como en el campo y 2) cuáles han sido las lecciones aprendidas y los hábitos adquiridos, buenos y malos, en todo este camino. En la década del 80 hubo un abandono, que yo calificó de salvaje, de la gente que vivía en condición de pobreza. Probablemente, esto hay que afinarlo mucho más, si se considera que tenemos unas condiciones de pobreza bastante largas. Ese es el telón de fondo donde se proyecta el grueso de la organización y la participación comunitaria. Creo que para la década del 80 no podíamos decir que el Estado lo estaba haciendo mal, porque simplemente hubo cosas que el Estado dejó de hacer. Más del 60% de la población, que son muchos millones, se quedó sin acceder a nada. La década del 90, en cambio, es de intermediación, particularmente en el segundo gobierno del ex presidente Caldera,  y eso se hizo a través de las organizaciones no gubernamentales.
También se dio el proceso de descentralización.
Claro, pero todo eso era como apagar un incendio a cuenta gotas. No estoy diciendo que eso haya sido negativo per se. Como todo, hay gente que lo hizo bien y gente que lo hizo muy mal. Pero no fue una solución realmente de fondo. La verdad es que en los planes de la Nación, los temas de la participación y la organización venían largamente tratados. Los que empiezan con esto, incluso, son los propios organismos multilaterales (Fondo Monetario Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros), los que empiezan a decir que no se puede salir de la pobreza sin la participación de la gente. Tampoco es un tema tan nuevo.
Los organismos multilaterales fueron demonizados por las políticas de exclusión, por promover un estado mínimo… ¿y ahora me dice que esos mismos organismos son los que rescataron la participación popular?
No, ¡ya va! ellos lo pusieron en el discurso, pero el concepto no era erradicar la pobreza, sino aliviarla. Ahí sí hay que ver el verdadero ropaje que había detrás de esto. Ideológicamente, esos organismos nunca tuvieron un propósito real de acabar con la pobreza, entre otras cosas, porque no se metieron con la estructura. Frente a los estallidos sociales, frente al malestar creciente de los pueblos, el remedio fue un pañito de agua tibia. Pero es que la misma gente, a su modo, empieza a enarbolar el tema de la participación y la organización. Yo recorrí el país en los 90 y no había sitio en el que no hubiera una organización de algo, de agua, de cultura, de educación alternativa, rasguñando como podía. Allí hay un formidable capital de experiencias y de organizaciones, incluso, bien lejos del Estado, porque no era el Estado, sino los partidos políticos.  
Hecho el balance a grandes rasgos. ¿Cree que la respuesta eran los comités de tierra, las mesas técnicas de agua y los consejos comunales? ¿El Estado era consciente de dónde veníamos y qué necesitábamos?
En este gobierno ha habido un avance fundamental en la organización y participación comunitaria. Hay un dato relevante: no hay un solo programa de inversión, en todas las instancias –municipales estadales o nacionales–, que no tenga un componente social. Ese mandado está hecho y costó trabajo, porque a lo social nadie miraba. Lo social era muy precario y había que insistir, infinidad de veces, en mirar a lo social, porque ni lo veían las instituciones públicas ni el resto de la sociedad. ¿Con qué se encuentra todo esto? Con unas instituciones que no están, digámoslo así, ni ideológica ni administrativamente, preparadas para trabajar en gestión compartida con la participación comunitaria y con una práctica clientelar y asistencialista que marcó lo popular. Es decir, había organizaciones comunitarias que convivían con grupos que se acostumbraron a la demanda, a buscar al político, a pedirle. Esa cultura no se va a cambiar de la noche a la mañana.
¿Es el punto de partida?
Es el escenario donde se monta toda esta direccionalidad hacia la organización y la participación, que por una parte es discursiva y por otra programática. Además, se crea un marco jurídico que la convierte en un hecho indiscutible.
Si las instituciones del Estado no están ideológica ni administrativamente preparadas para asumir la participación, si subyace además una cultura clientelar, ¿no se traduce ese en ineficiencia y en políticas públicas inconclusas que terminan decepcionando a la gente?
No podemos ver esto en blanco y negro. No es que aquí se quiso promover la participación y salió un mamarracho. Eso no es verdad. Aquí hubo una direccionalidad desde el Estado y eso es algo inédito. Nunca se había promovido la organización, de la manera en que se ha hecho. Hay un discurso, hay una visibilidad del contexto comunitario, que no se puede desconocer. ¿Qué ocurre? Tienes unas instituciones que en lugar de radicalizarse en sus vínculos con la organización comunitaria, se han burocratizado aún más. Me parece un elemento muy preocupante. Si aquí la gente se organiza y empieza a participar en serio, empieza a ser un diagnóstico de sus necesidades, pero resulta que las instituciones se enreden en su propia burocracia y no terminan de dar respuesta, el resultado de esa ecuación es algo que ya se advierte. Se comienza a acumular frustración.
El Estado creó las misiones como una manera de bypasear la burocracia institucional. Eso ocurrió en 2004, ¿no hay ninguna experiencia, no hay un saldo? ¿No hay una crítica a la forma en que esas instituciones se relacionan con la organización social?
Creo que no la hay de manera sistematizada y que uno la echa en falta. El Estado debe presentar un balance, donde haya autocrítica, porque no es un secreto para nadie que esa falta de agilidad en la burocracia, esa falta de concreción, tiene consecuencias indeseables. Lo que no quiere decir que no se ha hecho nada, ni lo que se ha hecho está todo mal. Eso hay que subrayarlo. Ya hay suficiente experiencia, ya ha pasado suficiente tiempo como para hacer ese balance con honestidad. Esa es una crítica que hay que hacer para que se pueda rectificar donde haya que hacerlo. Sí creo que a nivel popular hay cosas que han cambiado. La atención primaria de salud es algo que la gente manifiesta que tiene a la mano. Hay, además, un conjunto de obras y de trabajo. El tema de las misiones ha sido suficientemente discutido. Hace falta mostrar una evaluación de esto. Es decir, ¿cuáles han sido los resultados? ¿Cómo es que se está impactando?
Si la burocracia no cambia, si esa cultura clientelar subyace, pero la organización popular crece, ¿qué puede salir de allí?
La organización comunitaria está a la vanguardia de este modelo, más que la institucionalidad del Estado. Me consta que hay muchísima gente en la administración pública que trabaja, incluso, trabaja a brazo partido. La pregunta es: ¿toda esa energía, todo ese esfuerzo, resulta en eficiencia? Yo creo que no, ¿qué pasa?, que las organizaciones comunitarias le llevan una distancia considerable a las instituciones. Cuando la comunidad logra elaborar un proyecto y se lo reciben, cambian a una autoridad, a un ministro, cambian los equipos y la comunidad tiene que esperar, digamos,  tres meses mientras el nuevo equipo, que pudiera tener la mejor voluntad del mundo, entiende lo que está pasando allí y en muchas ocasiones, lo que es peor, cambian las reglas de juego. ¿Qué puede resultar de eso? Primero, una carga de frustración inmensa para la gente; y segundo, tiene que haber un costo en la eficiencia, porque las obras no se pueden concluir así.
¿Qué vínculos de mediación se afectan?
Aquí hay dispositivos extraordinarios, muy complejos, que se han pautado para la participación comunitaria. Uno de ellos es la contraloría social. A mí manera de ver, es uno de los más eficientes para el poder popular. ¿Pero qué ocurre? Para ejercer la contraloría social hay que perderle el miedo a la comunidad. Hay que establecer un vínculo, realmente horizontal, y la institución pública tiene que ser abierta, transparente, de cómo se hacen los proyectos y las contrataciones. Los cambios de equipos, por ejemplo, deberían pasar por la contraloría comunitaria.

Registro verbal
Otro factor que impacta negativamente es la confusión que hay entre partido político y gobierno. ¿Por analogía, quizás, podría decirse que hay una confusión entre partido político y organización comunitaria? Fernando Giuliani sostiene “que en términos políticos la hay; lamentablemente, es perjudicial para el gobierno, aunque también lo es para la comunidad, pero aquí quien va a pagar los platos rotos es el gobierno”.
Y explica ¿por qué?: “la gran base de apoyo que tiene el proyecto bolivariano está en los sectores populares y en el liderazgo comunitario. El gobierno puede dialogar muy bien con ese liderazgo porque a su modo, y desde hace mucho tiempo, ellos venían construyendo este camino de gestión compartida, de participación, de protagonismo en la vida pública, de reivindicación de su cultura y de su propia identidad. Esa es la razón que produce, a mi manera de ver, la empatía entre el liderazgo del presidente Chávez y el pueblo”.
Lo que ocurre es que el instrumento político, que es el partido, “está equivocando el vínculo, tratando de homogeneizar toda participación comunitaria como si fuera equivalente a una participación partidista. La participación comunitaria es política, siempre lo fue, lo que no significa que tenga que responder, necesariamente, a las líneas doctrinarias de un partido. ¿Dónde empiezan los problemas? Si el partido entra en forma contundente en lo que es un consejo comunal, entra a imponer sus lineamientos doctrinarios, frena la participación, entre otras cosas, porque la organización comunitaria, por sí misma, tiene suficiente conciencia de hacia dónde deben ir las cosas”.
La experiencia es, además, reveladora. “los partidos políticos que tomaron el Estado para sí e hicieron del vínculo con la gente una relación clientelar, fracasaron. La historia muestra lo que les pasó”.
¿La empatía entre el proceso bolivariano y las bases populares podría evaporarse? “Responder a eso es casi hablar por la gente. Mi opinión es que la propuesta del gobierno sigue representando algo con lo que el sector popular se sigue identificando. Ahora, la gestión que se está haciendo desde el gobierno es la gran interrogante

Entrevista realizada por Hugo Pietro.
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24-10-2010


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