DE LA CRUELDAD
Sin embargo, las manos
de uno de los señores estaban ya en su garganta, mientras el otro le clavaba el
cuchillo en el corazón, haciéndolo girar dos veces.
Con ojos que se quebraban, K.
vio aún cómo, cerca de su rostro,
aquellos señores, mejilla
contra mejilla, observaban la decisión.
“Como un perro”, dijo; fue
como si la vergüenza debiera sobrevivirlo.
Kafka, F. El proceso.
¿Qué decisión? Una
sin juez, sin ley. No estábamos allí, esa noche en La Pastora, esa parroquia
caraqueña, pero creo que un crimen que nos ha conmovido individual y
colectivamente, como otros que le han
precedido, es una huella
imborrable de la crueldad de quienes quebrantaron algo precioso del vínculo
social: el respeto a la vida y la dignidad del semejante. Pero no se trataba de
una joven y un joven asesinados engrosando la lista de las muertes por
violencia. En este caso el asesinato tiene
un sesgo que apunta a la acción
paramilitar, a generar el miedo y
la desesperanza. Robert Serra era
diputado, el diputado más joven de nuestra Asamblea Nacional.
Días
después otro hecho nos conmovió. De súbito, se nos presenta a los y las
venezolanas, otra decisión sin juez, sin
ley. Desde la fuerza y en una repetición del “disparar primero y
averiguar después”, algo que pensábamos
que más nunca resucitaría, salta a nuestras conciencias, esta vez en el sector
de Quinta Crespo, al sur de la Avenida
Urdaneta de Caracas y esta vez, por la
acción de agentes de la seguridad
policial, mueren integrantes de un colectivo en una situación confusa que dejó
muchas interrogantes.
Tanto
una situación dolorosa como la otra son investigadas por el Estado venezolano y confiamos que llegarán a su
conclusión y esperamos, fervientemente, que haya justicia,
para poder decir: ganamos algo de
humanidad, en este mundo convulsionado que nos ha tocado vivir.
Semanas
después, la muerte de los estudiantes mexicanos y la desaparición de los 43 y
recientemente la noticia del horror de su destino,
agrega un hecho terrible a la lista enorme de desaparecidos y asesinados en México. Todos estos sucesos ocurridos en unas
pocas semanas entre septiembre y octubre,
son el motivo para esta reflexión sobre la desmesura, sobre ese exceso
que es la crueldad.
Definida la violencia como una acción sobre el otro,
es imposible escaparnos de ella, la padecemos. La violencia es el acontecer
mismo del sujeto en su cotidianidad ya que no tiene otra posibilidad de vivir
que en esa dependencia respecto al otro. El otro es necesario e invasor a la
vez. Pensemos solamente en la inmersión en la lengua, que si bien nos hace humanos, es una forma de la
violencia al sujeto. Aunque en nuestro horizonte esté la aspiración por la paz
y la convivencia, debemos no cerrar los ojos y no olvidar que en la sociedad hay una violencia estructural;
pero la violencia no es la crueldad. Para la crueldad y la desmesura, hay algo más que un paso. Cuando esa violencia toma el carácter de saña, de un
daño infligido con alevosía y exceso, es
cuando la tildamos de crueldad. Es una
acción que va dirigida al ser del otro. Y en relación a la comunidad lleva
un fin, el de amedrentar y
advertir, tal como en el caso de Robert Serra.
El
lenguaje a veces nos hace una mala pasada, y calificamos de crueles muchas acciones referidas a la hostilidad
entre pares, por ejemplo, en el ambiente escolar a las acciones para
ridiculizar, humillar, extorsionar, acompañadas o no de agresión física las calificamos
de crueles y decimos: los niños y las niñas
son crueles. Es como si el sustantivo, tuviéramos que situarlo en su contexto para ir mas allá de la clasificación de
ciertas acciones que en su desmesura nos
hacen preguntas sobre quiénes son sus
agentes. No es lo mismo calificar de crueles a los niños que enfrentarnos a esa
desmesura de los actos crueles tal como los hemos conocido en estas semanas.
Freud
en Consideraciones sobre la guerra y la muerte (1915) dice "…la
acentuación del mandamiento <No matarás> nos ofrece la seguridad de que
descendemos de una larguísima serie de generaciones de asesinos que llevaban el
placer de matar, como quizá aún nosotros mismos, en la sangre. Las aspiraciones
éticas de los hombres, de cuya fuerza e importancia no hay por qué dudar, son
una adquisición de la historia humana y han llegado a ser luego, aunque por
desgracia en medida muy variable, propiedad heredada de la Humanidad actual”.
A
partir de este deseo de matar, desconocido o negado en nosotros mismos, Freud delimita una partición
entre consciente e inconsciente. Si somos todos asesinos en potencia, nosotros
sin embargo no mataremos. Hay un espacio
donde las cosas se deciden. Freud no creía en la bondad innata del ser humano,
y al estar habitado, a causa de la pulsión, por deseos de destrucción, él debe
desplazarlos y sublimarlos en la obra de la civilización. Indudablemente, hay quienes lo logran, hay
quienes no.
Si se
mata por defenderse, también se mata por envidia, por odio, por crueldad, por
dinero, por poder y también, como ha sido el caso, aquellos que matan en una
situación de obediencia incondicional que los lleva a cometer crímenes
extremos, obedeciendo ordenes insensatas (oficiales nazis, Ruanda, Capriles animando a drenar la arr….,
los llamados a “la salida”). Dilucidar
qué lleva a un ser humano al asesinato,
y sobretodo a la crueldad, no es un
ejercicio teórico, implica un abordaje a partir de los testimonios que pudieran
recogerse de quienes han cometido tales crímenes.
La
frase que recoge la periodista Alicia Herrera, "Nosotros
pusimos la bomba, ¿y qué?", dicha
por uno de los terroristas, Freddy Lugo, quien junto con Hernán Ricardo,
fueron los autores materiales de la destrucción del avión de Cubana de
Aviación, en 1976, en Barbados donde murieron 73 personas, siendo Luis Posada Carriles
y Orlando Bosch los autores intelectuales. Esta frase en su desparpajo y
cinismo, revela a unos hombres habitados
por una pulsión destructiva, que más allá de obedecer órdenes, se satisface en la crueldad.
Especialmente nos referimos a Posada Carriles de cuya inclinación a la crueldad
dan testimonio las víctimas de las torturas ejecutadas y dirigidas por él
cuando pertenecía a la DISIP durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez. No hay
duda que estos seres piensan que gracias a
su trabajo meticuloso las cosas quedaron bien hechas.
Indudablemente un sujeto capaz de no ser
afectado por la gravedad de sus
acciones. Y si esto es grave, es más grave aún el que el sistema judicial y político de los EEUU los haya cobijado e impedido la extradición de Posada Carriles.
Para
terminar, estas situaciones nos
confrontan con la ética, primero reconociendo que como seres humanos estamos expuestos
a recibir violencia y a ejercer la violencia. La tesis de Walter Benjamin:
“Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de barbarie. E
igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de
transmisión en el paso de uno a otro”.
Vivir,
entonces, se convierte en una tarea
ética, es decir, el conjunto de fuerzas y actos que resisten a la crueldad. Una
gran y difícil tarea tenemos por delante.
María Antonieta Izaguirre
Psicóloga Clínica
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