MUCHAS LUCECITAS
Hace pocos días leí en
Aporrea un artículo de la periodista Mariadela Linares, quien relataba que fue
la única chavista invitada a una mesa sobre tolerancia en Venezuela y que,
después de exponer apasionadamente su punto de vista. dos muchachas se le
acercaron, cada una por separado. La primera lloró copiosamente en su hombro;
la segunda la invitó a un grupo de discusiones sobre convivencia y tolerancia.
Ambas eran opositoras. Relatando eso, ella le dio a su artículo el título
"Una lucecita".
Me conmovió y tengo días
pensando que en estos momentos rudos necesitamos recordar que hay muchísimas
lucecitas encendidas en nuestra patria, y más aún, alumbrando a otras patrias,
a la Patria Grande y a otros continentes.
Sobre lucecitas de convivencia
y tolerancia todos/as tenemos experiencia. Como dice Raúl Bracho, toda familia
chavista tienes sus opositores y viceversa, y no nos hemos matado ni nos vamos
a matar. A pesar de los procesos de tensión, rabia y no reconocimiento del
otro, el amor sigue estando allí y la convivencia también, aunque sea tomando
distancia en muchos momentos, pero allí está. Más allá de la lucha de clases,
nuestras propias familias y grupos de amigos viven estos procesos de distancia
y conflicto. A veces duele o da mucha rabia. A veces no entendemos cómo el otro
puede ver algo tan distinto. Pero el amor es más fuerte y vamos encontrando
puntos de conexión. Y si logramos hacer eso durante estos dos meses críticos,
podemos decir más aliviados que hay bases fuertes que dificultan una guerra
civil.
Es interesante ver nuestra
crisis con más liviandad y menos binarismos. A veces contamos esta historia
como si hubiese dos bandos y "el lado en que yo estoy es el lado de los
buenos; el otro, por consiguiente, es de los malos". Y curiosamente los
argumentos del pueblo chavista y opositor a veces se parecen: casi todos/as
repudiamos la violencia y las guarimbas, queremos vivir en paz, anhelamos una
patria mejor y buscamos contribuir con ella a través de nuestras acciones. Eso
sí, no nos hemos puesto de acuerdo en las maneras de lograrlo, ni en muchos
aspectos de lo que significa una patria mejor. Y pasamos rabia, impotencia o
desánimo porque "el otro" reprime o violenta, compra guarimberos y no
tiene la razón. Los medios cuentan más o menos eso: hacen más énfasis en lo
malo del otro (sin contar nada bueno) y le adjudican la violencia al otro. El
Nacional es especialista en eso. Pero si hacemos un riguroso examen de
conciencia, todos/as lo hacemos en algún momento, en menor o mayor medida. Nos
refugiamos en nuestra posición, contamos las cosas buenas de "nuestro
bando" y no nos expandimos para entender al otro, aunque a veces resulte
tan incomprensible que parece que nunca nos vamos a entender. Sólo que si nos
vemos como los dueños de la razón y vemos al otro como alienado, manipulado o
fascista, avanzamos poco. No digo que esto no exista (la alienación,
manipulación y fascismo). Los ecocidios, quemas y destrucción absurda que hemos
visto nos muestran que está allí y es peligrosísimo. Pero para avanzar en el
diálogo necesitamos reconocer al otro como un legítimo otro. Y la gran mayoría
está de acuerdo en que quiere paz.
Si chavistas y opositores a
veces reaccionamos con mecanismos parecidos, no somos tan diferentes como
pensamos. Y aunque en diversos aspectos seamos distintísimos, pasa una cosa
curiosa que llaman unidad en la diversidad como venezolanos. Si vemos los
embates entre chavistas o entre opositores vemos que es un poco simplista decir
que hay dos bandos diferentes entre sí y homogéneos internamente, puesto que
hay una diversidad de posiciones que a veces lleva a desacuerdos, conflitos y
mandadas al carajo dentro del chavismo. Y del lado opositor también. No hay dos
posiciones sino muchas, aunque a la hora de votar nos resumamos no a dos sino a
tres: chavistas, opositores y no votantes. Pero si consideramos que nadie sabe
a ciencia cierta cómo se construye un socialismo democrático, libertario y
comunal, pues es de esperarse que haya muchas posiciones y desacuerdos respecto
a qué ver, qué hacer y cómo hacer. Paradójica y hermosamente, toda esa
multiplicidad ocurre en un pueblo con muchas más similitudes que diversidades
en términos de identidad nacional, como bien dice Luis Britto García. A veces
nos vienen con el cuento de las identidades en pugna y "demasiado
diferentes para ser verdad" porque así aplican el "divide y
vencerás" y piensan en quitarnos "la media luna" (a expensas del
parecido con Colombia y la supuesta diferencia con el resto de Venezuela), la
selva amazónica (alegando multiculturalidad indígena) y así vamos.
Si tenemos claro que somos un
mismo pueblo, un pueblo resteado, valiente, musical y echador de vaina, con
desacuerdos importantísimos pero con familias y amigos dispuestos a convivir
con ellos, que somos el único país que ha revertido pacíficamente un golpe de
Estado y que no hemos llegado ni llegaremos a la guerra civil aunque medio
mundo esté armado, recordaremos que el humor y la convivencia nos salvan, que
la batalla es también contra nosotros mismos (y nuestros egoísmos, terquedades
y limitaciones); que inventamos el sueño del Estado comunal, el socialismo
democrático y el mundo pluripolar de la mano de los sueños de Hugo Chávez y que
nos toca recrearlos en todos los lugares y momentos de nuestro día a día: las
mesas de diálogo son también entre nuestras familias, con los obreros/as,
ecologistas, artistas, indígenas, sexodiversos, afrodescendientes (que somos
casi todos/as). El gobierno no lo está haciendo con todos, pero no podría
hacerlo: nosotros sí, cada quien en su sitio, avanzando en batallas cotidianas
y aparentemente insignificantes que sumadas hacen grandes logros.
Entonces, si pensamos en la
frase "unidad, lucha, batalla y victoria", podemos llevarla al día a
día pensando en la "unidad en la diversidad de posiciones";
"lucha por la convivencia pacífica y democrática entre todas las
posiciones, o entre muchas"; "batalla contra nuestros egoísmos,
necedades, cobardías y futilidades" y "victoria contra la desigualdad
mundial creciente, el calientamiento global que destruye nuestro planeta y las
subjetividades capitalísticas que justifican esto pensando que alguien tiene
que pagar el precio para que yo pueda consumir todo lo que quiera".
Es un poco largo y bastante
impráctico, pero creo que coloca lo que quiero decir: la batalla no es que
exterminemos al otro bando, sino que construyamos juntos (en lo posible) nuevas
maneras de vivir. Y lo estamos haciendo, a pesar de los pesares. Finalizo
con un ejemplo: tenemos cientos de miles de personas que perdieron su casa
y hoy viven en lugares dignos, construidos en medio de los espacios urbanos
vacíos y trayendo otros desafíos de convivencia y organización. Eso puede
parecer pequeño, improvisado o hasta absurdo. Pero veo cómo lo están haciendo
en Brasil: creando guetos en lugares alejados de las ciudades, sin escuelas ni
equipamentos de salud, y trayendo gente de muchos barrios distintos sin ningún
tipo de preparación, ley que los ampare ni propuesta de organización
multifamiliar ni comunal. Nosotros tenemos un sueño. Mejorable, perfectible, a
veces aterradoramente ineficiente y con casos terribles de corrupción. Nacimos
adecos. Pero estamos concretando poco a poco un sueño que nos trae un profundo
sentido de la vida, no sólo en Venezuela, sino en varios lugares del mundo.
Alejandra León
Psicóloga
social
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