LA FRACTURA MAYOR NO ES POLÍTICA SINO DE CONVIVENCIA



DE LA ENTREVISTA A FERNANDO GULIANI POR VANESA DAVIES EN EL CORREO DEL ORINOCO

Si los médicos no se salvan de que les pidan en las fiestas una rápida consulta con tequeños y por encima de la ropa (como si tuvieran un aparato en los ojos para hacer diagnósticos), los psicólogos mucho menos. A ellos les toca responder sobre la salud del alma y de la sociedad, y -no hay que ser especialmente acucioso para comprobarlo- como desde febrero (cuando comenzaron las protestas opositoras, pacíficas y violentas) ha crecido el abismo entre chavismo y oposición, no son pocos los que tocan a la puerta de la psicología para intentar entender.
Fernando Giuliani, psicólogo social y docente de la Universidad Central de Venezuela (UCV), resalta que la fractura mayor, en el presente, no es la política sino la social, la de la convivencia cotidiana. Vecinas y vecinos enemistados, docentes y alumnos que pelean como perros y gatos, compañeras y compañeros de trabajo que dejaron de hablarse dan fe de ello. Giuliani, en conversación con el Correo del Orinoco, analiza lo que ha sucedido en el país y brinda algunas recomendaciones para que la gente vuelva a encontrarse a pesar de las diferencias.
Usted ha insistido en que la convivencia está Fracturada. ¿A qué se refiere con la convivencia?
Yo me refiero a la convivencia cotidiana; es decir, la interacción normal que nosotros tenemos en la familia, que tenemos en la comunidad, que tenemos en la urbanización, con los vecinos. La  que tenemos en los espacios públicos, cuando vamos a los sitios conocidos: una panadería, un abasto, una bodega, un automercado, en los sitios de trabajo, compañeros  de mucho tiempo,  en los sitios de estudio.
¿Qué la fractura? ¿ y a partir de cuándo se fractura?
Nosotros venimos con una polarización política que sabemos que tiene sus efectos psicosociales, vamos a llamarlo así, de mucha radicalización. Creo que cuando nosotros decimos que la convivencia está fracturada, si tuviera yo que poner una fecha, creo que se ha comenzado a fracturar de manera más vehemente a partir de octubre del 2012, cuando fueron las últimas elecciones del presidente Chávez, que las ganó frente al entonces candidato Henrique Capriles.
En su criterio, la interpretación de esa derrota electoral de la oposición generó unas condiciones muy distintas a las que venían. Es decir, las interpretaciones que se le dieron a ese triunfo del chavismo y a lo que fue la derrota de la oposición radicalizaron demasiado los estereotipos negativos. Como nunca se manejó la explicación de que aquí había votado la gente con la conciencia comprada, que aquí habían votado cubanos que tenían cédula venezolana, que habían votado iraníes que estaban en el convenio con Venezuela y que se les había dado su cédula, que aquí un voto eran 500 mil bolívares de la época. Es decir, hay que recordar que fueron argumentos persistentes. Nosotros venimos en una polarización y en una radicalización en ese sentido desde que llegó el proceso bolivariano al Gobierno. No olvidemos que aquí hubo un golpe de Estado en el año 2002; que después hubo un paro y un sabotaje petrolero en el mismo 2002, a tres años de haber tomado el poder. Y no olvidemos los argumentos en aquel momento. Por ejemplo, no olvidemos la satanización de los Círculos Bolivarianos de la época,  después se hablaba de unas hordas chavistas que iban a tomar las urbanizaciones, etc. De manera que cuando hoy se sataniza a los colectivos, esto es la continuidad de aquello. Sin embargo, las elecciones de 2012 fueron un punto de inflexión, posteriormente, con el hito del fallecimiento del comandante Chávez se atiza una percepción de una posibilidad más cierta de la oposición de llegar al Gobierno. Vienen unas elecciones convocadas en un mes con un candidato que era el mismo que había tenido la oposición en las elecciones de octubre, pero mucho más agresivo.
A esto se sumó una campaña de descrédito pertinaz contra el CNE, que incluyó el hecho de que la oposición no firmara un acuerdo de reconocimiento de los resultados. El margen con el que ganó los comicios el presidente Nicolás Maduro se juntó a una matriz general. Giuliani recuerda la posición de Capriles de no reconocer los resultados del 14 de abril de 2013, cuando una mitad de un país,  siente que se le ha robado una elección y efectivamente la diferencia era un margen sumamente estrecho, le dices que tienes otros resultados, hay que ver el impacto psicológico de eso!. Es decir, se formó una convicción absoluta y cerrada de que esas elecciones las había robado el Gobierno. Capriles convocó a  marchas,  protestas y rabias  que sus seguidores  expresaron y eso  cobró 11 vidas.
Se generó en mucha gente de la oposición un profundo sentimiento de frustración, profundo sentimiento de rabia además, porque si tú estás realmente convencido de que te han estafado en una elección no puedes realmente razonar. Lo sucedido dejó al país polarizado como nunca, pero dejamos puentes rotos porque no hubo más posibilidad de dialogar. La dirigencia opositora intentó convertir los comicios municipales en un plebiscito, sabiendo que efectivamente no es una figura legal. En la consulta, el chavismo obtuvo 75% de las alcaldías, y la oposición no pudo siquiera maniobrar con la contundencia de la victoria chavista. Ningún dirigente de la oposición canalizó ese sentimiento hacia ningún tipo de proyecto, no asumió la derrota ni llamó a construir una alternativa, recorrer el país, presentar un proyecto.
En el país ha habido una violencia que escala de una manera no proporcional a lo que se está viviendo. Nunca como ahora vi gente que tiene una percepción tan absoluta y tan rígida de la realidad. Una percepción que te dice que aquí se está viviendo una dictadura y no hay manera de discutir eso. ¿Pero cómo puedes hablar de una dictadura cuando aquí hay partidos políticos, aquí hay una Asamblea Nacional funcionando, aquí hay poderes públicos que están funcionando, aquí hay libertad para que cada quien se organice y diga y se exprese?
Se puede criticar muchas de las cosas de la realidad política y del Gobierno, pero de ahí a convencerte de que esto es una dictadura sencillamente no es real; sin embargo hay mucha gente que está convencida. Igual como hay mucha gente que está convencida de que cuando ve una guarimba en la puerta de su casa el país entero está así. La  reacción es desmedida, desproporcionada, como si efectivamente aquí estuviéramos viviendo un final de país. Eso ha tocado la convivencia de una manera terrible.
¿En qué se expresa esa fractura?
No puedes hablar, no puedes dialogar, porque cuando tú intentas por ejemplo decir: mira, pero yo creo que las cosas no están tan extremas, lo que escuchas es una andanada de argumentos y sientes que no puedes realmente reaccionar con cierta ponderación. Cuando estás en una posición así tú dices: bueno, lógicamente, es que contigo no se puede hablar, porque entonces tú lo ves todo de un mismo lado. Uno no se puede, por supuesto, hacer dueño de la verdad. Yo entiendo eso, pero yo sí creo que hay unos puntos donde nosotros podemos tener algunas coincidencias.
¿Cuáles son esos puntos?
Por ejemplo, yo le pregunto a cualquiera, opositor o chavista, si en su juicio, su sano juicio, aprecia la carga de odio que hay en las redes sociales. Es decir, independientemente de que tú seas la persona más chavista, seas la persona más opositora, el tipo de calificativo, el tipo de adjetivo, el tipo de mensaje que existe en las redes sociales es una cosa que no la puede aceptar nadie como algo normal. Ahí tenemos una expresión de una convivencia también profundamente fracturada.
¿Usted diría que la situación es normal, poniéndola en su justa dimensión?
Desde el punto de vista social nosotros tenemos una situación muy complicada. No veo la situación complicada desde el punto de vista político, se lo voy a decir sinceramente y lo repito siempre: Hay un gobierno escogido en elecciones, con casi 100% de las gobernaciones, la mayoría de la Asamblea Nacional, 75% de las alcaldías y un indudable apoyo popular; es decir, una crisis política desde ese punto de vista yo no la veo. Desde el punto de vista social nosotros tenemos una crisis muy seria, porque si no hay manera de que nosotros dialoguemos en la cotidianidad, ¿cómo vamos a hacer nosotros para llevar adelante el país? ¿Cómo vamos a hacer para entendernos? Es imposible. Compleja porque pareciera que hay muchos factores que están inhibidos, y lo veo más del lado de la oposición porque no se deslinda de los actos violentos. Eso impide el diálogo,  aumenta entonces, la desconfianza, el recelo y la satanización del otro. Como se ha satanizado ahora cualquier cosa que tenga que ver con el chavismo, es algo sumamente peligroso. Es importante hacer un llamado a las filas chavistas en términos de que no toda la oposición es fascista, de que no todo el que sale a protestar lo está haciendo porque quiere acabar con el Gobierno hay que distinguir una cosa de la otra. Y efectivamente, yo no puedo tampoco pensar que puede haber diálogo si yo le estoy poniendo al otro una etiqueta con la cual el otro tampoco se siente identificado.
Usted hablaba de frustración en la oposición, una frustración no canalizada que lleva a lo que hemos visto. ¿Y en el chavismo?
En el chavismo sigue habiendo un proyecto que aglutina. Una cosa es que puede haber disconformidad con resultados, pero la savia que alimenta el horizonte, o el sentido que aglutina el chavismo sigue vivo. En la oposición en general existe una carencia muy grande de proyecto político que unifique y eso se paga caro desde el punto de vista personal, humano, psicológico ¿Cuál es el país que dibuja la oposición, más allá de las generalidades, de que es un país de progreso, o es un país para todos?
En esa convivencia cotidiana, ¿quién debe dar el primer paso?
Los primeros pasos los debe dar la gente que tiene la máxima confianza, en la familia. Yo me resisto de verdad a aceptar que en la familia no podamos tener un acercamiento; no tiene que ser nada formal, no tiene que ser nada solemne. Basta, simplemente un encuentro, un café. Tal vez estoy siendo muy ingenuo, pero tiene que ser así. Con el vecino, recuperar aunque sea el saludo, caramba. Ahora, en los sitios de trabajo yo sí, de verdad creo que deben hacer un pacto. No es que nos traguemos las cosas, no es que nos reprimamos; es hacer un pacto que nos dé una tregua para ver si podemos retomar nuevamente la discusión política. Lo primero es que nosotros tenemos que tomarnos un tiempito, si acaso se puede, para reflexionar un poco hacer un uso más racional de las redes sociales; en este momento son un factor de perturbación psicológica terrible, hacer un esfuerzo inmenso para quitarle la etiqueta que le hemos puesto al otro. Hay que recuperar los espacios de amistad, pues no puede ser que hayamos llegado a un punto donde haya amigos que ya no se visitan porque si hablan de política  terminan todos peleados, debemos apelar hasta al humor. Hay que hacer treguas y compartir aunque sea una comida o un rato para hablar de otra cosa mientras nos recomponemos y nos preparamos para tener un debate de mayor altura.

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