YO NO ME QUIERO IR DEMASIADO

 
¡Hablemos de lo que está de moda!

No es de mi interés, en este momento, escribir sobre quienes conducen el gobierno, tampoco sobre quienes nos adversan, mucho menos sobre quienes se fueron. Me voy a referir a quienes nos quedamos y es solamente mi opinión particular.

Estoy cansada de escuchar que en Venezuela no hay futuro, que me vaya a rehacer mi vida, que aquí no hay nada que hacer, que esto se jodió, que arregle mis papeles, que el dinero, que si lo dólares, que un carro, que una casa, que el mercado. Con tal discurso se han ido mis hermanos (as), amigos (as), primos (as), vecinos (as), tíos (as), sin embargo…

Intentaré describir lo que siento y pienso, a ver si me explico, es sencillo. Soy periodista y en este momento estoy haciendo una maestría en Procesos Sociopolíticos de Integración Venezolanos, Latinoamericanos y del Caribe. En tal estudio, logré conocer a Frantz Fanon. De allí que hoy me atrevo a decir que su praxis es una obra de arte, construida sobre el detalle de las categorías: colonialista-colonizado, opresión-liberación, represión-resistencia, dominación-revolución, sistema social enfermante-revolución sanadora. Fanon fue un hombre de medicina dedicado a la revolución o un revolucionario que se hizo médico psiquiatra; que comprendió lo terapéutico de ambas, la psiquiatría a favor del pueblo y la revolución, debido a que, no estaban separadas o fragmentadas como en todo acontecer y modelo colonial, sino unidas en función de la salud mental social del argelino y de los oprimidos, de los condenados de la tierra.

A partir de Fanon, comprendo que el colonialismo fue y es una empresa de expropiación material, cultural, pero, sobre todo, espiritualmente. Es una invasión a la interioridad de los seres, que es, simultáneamente extractiva, que arranca al hombre su esencia, lo marchita, lo seca, lo aniquila, lo vende como mercancía; el colonialismo que deja al pueblo extrañado, ajeno o alienado de sí mismo. Lo que yo interpreto como extractivismo ontológico. Literalmente se le saca el “alma”, la naturaleza humana del humano y lo deja en la absoluta animalidad ¡Nos lo quitaron todo!

Pero también, dicho autor demostró, a partir de su práctica en Argelia, que las revoluciones, libertan, rescatan, equilibran, fortalecen y sanan; dan sentido a la vida, personal y colectiva.

De igual manera sucede en Venezuela, la Revolución Bolivariana anunciaba tempestad, lo estamos viviendo, todo cambia en estos tiempos. Es por eso que son sanadoras, recuperadoras, liberadoras. El dolor, la rabia, la fuerza, la resistencia y el atrevimiento de los pueblos desintoxica, rescata a la mujer y al hombre de complejos de inferioridad o sumisión, redime de la cobardía, del miedo. Se enfrenta a la muerte para conquistar la vida. Cuando se está junto al otro, al hermano, al pueblo, se pierde el miedo a perder. En tiempos de revolución surge el compromiso, la esperanza, la voluntad, la solidaridad y el amor, en fin… la vida.

Finalmente comprendo, que para muchos el proyecto de sus vidas sea la realización individual, que “la vaina está dura”, que te guste o no Nicolás Maduro, pero para muchos otros y otras, dentro de los que me incluyo, la “cosa” va más allá de lo meramente individual. Para nosotros (as), los revolucionarios (as), implica la refundación y la reconstrucción de la vida, la patria, la humanidad y la integración de nuestros pueblos. Y lo estamos haciendo, lo estamos logrando, así que, no me jodan más ¡Yo no me voy! “Cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión histórica, cumplirla o traicionarla…” (Fanon, 1963, p.188).


Andrea Pérez
Periodista 

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