VENEZUELA Y LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE. ¿QUÉ SIGUE AHORA? PARTE I




Insistir en debilitar doctrinariamente a Maduro, colocando su filiación castrista y comunista (dependencia de los cubanos) como eje propagandístico, opuesta a la libertad y la democracia, contraria a la propiedad privada y al libre mercado.

Parte de la Operación “Venezuela Freedom 2”, del Comando Sur de Estados Unidos

A modo de introducción
En Venezuela acaba de darse un triunfo popular: una masiva elección donde la población se manifestó, una vez más, a favor del proceso en curso. La Asamblea Nacional Constituyente recibió más de ocho millones de votos de aprobación por parte del electorado. Es la décimo novena oportunidad en que el pueblo chavista se impone en una elección democrática sobre veintiún procesos electorales que han tenido lugar en estos años. La oposición, una vez más, salió derrotada.
Pero quedarse solo con el triunfalismo de la victoria, con las consignas chavistas y el festejo desbordante, no terminan de aportar para lo que está en juego. Lo que hay que salvar es el proceso bolivariano que, según se ha dicho, es el camino al socialismo. Allí es donde me parece oportuno abrir una reflexión crítica.
Siendo absolutamente realistas (“Actuar con el optimismo del corazón y con el pesimismo de la razón”, decía Antonio Gramsci), la situación actual en Venezuela es complicada, y el futuro no se ve, siendo veraces, muy luminoso. O, al menos, hay nubarrones que abren preguntas preocupantes. De caer la Revolución Bolivariana, el golpe a los pueblos de Latinoamérica, y seguramente del mundo, sería muy grande. Todo ello serviría a la derecha para demostrar, complementando la caída del Muro de Berlín, la imposibilidad de una opción socialista. En tal sentido, las palabras de Margaret Tatcher serían incuestionables: “No hay alternativa”. O capitalismo… ¡o capitalismo!
¡Pero sí hay alternativas! El socialismo, el poder popular y una economía no centrada en el lucro de la empresa privada, sí son posibles. En la República Bolivariana de Venezuela algo de ello comienza a tomar forma. Pero aún resta mucho por caminar. Y en estos momentos, la coyuntura nos muestra que es posible revertir los pasos dados, acercándonos (o queriéndosenos acercar) más hacia el capitalismo que hacia el socialismo.
Pese al triunfo en la elección del 30 de julio, la derecha tiene bastante a maltraer la Revolución. Esto hay que reconocerlo para no errar el análisis, y consecuentemente, los caminos a seguir. La guerra mediático-psicológico montada, y luego las acciones militares de baja intensidad (las guarimbas), no podemos dejar de reconocer que están resultando un duro golpe. ¿Es la Asamblea Nacional Constituyente la mejor, o la única salida, al actual atolladero? Lo que sigue es un intento de reflexión crítica en total apoyo al proceso bolivariano, y de ningún modo pretende tomar el bochornoso discurso de la derecha que tilda al gobierno de “dictadura” y ve en esta nueva instancia un fraude. Pero es necesario plantearse algunas dudas razonables, justamente pare seguir caminando con claridad.
¿Qué está pasando en Venezuela?
En la República Bolivariana de Venezuela desde hace 18 años hay un proceso político nacional, popular, con tinte socialista, que defiende sus propios recursos naturales. Es imprescindible saber que el país, con un millón de kilómetros cuadrados de mar territorial y 2.394 km. de costa firme sobre el Mar Caribe, es poseedor de las cinco fuentes principales de energía natural: petróleo, gas, carbón, hidroelectricidad y solar. A lo que habría que agregar la orimulsión. De hecho, contiene en su subsuelo las reservas petroleras probadas más grandes del mundo: 300.000 millones de barriles de petróleo, suficientes para 341 años de producción al ritmo actual. Además, de sus entrañas surgen importantes recursos minerales, como hierro, bauxita, coltán, niobio y torio. A lo que habría que agregar enormes yacimientos de oro y de diamantes. Junto a ello hay que destacar que es el noveno país del mundo en biodiversidad en su Amazonia (53.000 km2 de selvas tropicales) –utilizable para la generación de medicamentos y alimentos– y décima-tercera fuente de agua dulce (la enorme cuenca del Río Orinoco).
Todo ello es un botín que enormes corporaciones multinacionales ansían, pero que el actual gobierno, iniciado con Hugo Chávez, y con amplio apoyo popular en la actualidad, con el presidente Nicolás Maduro, defienden en pro de un proyecto nacionalista y de profundo contenido social.
La renta petrolera, principal fuente de recursos del país, desde que iniciara la Revolución Bolivariana, se ha volcado a proyectos sociales de amplio beneficio para las grandes mayorías populares. Salud, educación, viviendas, infraestructura básica, son grandes logros del proceso político-social en curso. De ahí el decidido apoyo que recibe. Eso choca con la apetencia de las gigantescas corporaciones petroleras (Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, Royal Dutch Shell, British Petroleum, Conoco Phillips, Total, Agip, Repsol) –y sus representantes locales: una extendida burocracia tecno-petrolera que vivió en la opulencia durante buena parte del siglo XX–, siempre a expensas de la mayoría de la clase trabajadora venezolana. Algo de esto comenzó a cambiar con la llegada al poder del presidente Chávez y su preconizado Socialismo del Siglo XXI. Por eso apareció la reacción.
Prácticamente desde que comenzara el gobierno de Hugo Chávez, y más aún a partir de sus primeras medidas de corte nacionalista y popular, la reacción (nacional e internacional) no se hizo esperar. Los intentos de reversión del proceso fueron tan numerosos como ineficaces (intentos de golpe de Estado, paro patronal, sabotaje petrolero, guerra económica interna, violencia callejera, desacreditación mediática a nivel global). Pero ahora, desde inicios del 2017, todo indicaría que la avanzada para botar al gobierno de Maduro entró en una fase aparentemente decisiva. Ahí está, al respecto, el “Plan para intervenir a Venezuela del Comando Sur de Estados Unidos: Operación Venezuela Freedom-2”. Ahí puede leerse, solo para ejemplificar, que: “Venezuela se enfrenta ahora a la inestabilidad económica, social y política significativa debido a la rampante violencia, la delincuencia y la pobreza, la inflación galopante, la grave escasez de alimentos, medicinas y electricidad. Violaciones de los derechos humanos por las fuerzas de seguridad y continuada mala gestión del gobierno del país están contribuyendo a un ambiente de incertidumbre, y grandes segmentos de la población dice que el país va por el camino equivocado. Además, la caída de los precios del petróleo y el deterioro económico generan condiciones que podrían llevar al gobierno venezolano a recortar los programas de bienestar social y su política exterior como el programa de subsidio de petróleo (Petrocaribe). Más recortes a los programas de bienestar social y la continua escasez que parecen inevitables, podría prever un aumento de las tensiones y las protestas violentas, fomentando el presidente Maduro y su partido una ola represiva adicional, como medidas contra los manifestantes y la oposición (…). Es indispensable destacar que la responsabilidad en la elaboración, planeación y ejecución parcial (sobre todo en esta fase-2) de la Operación Venezuela Freedom-2 en los actuales momentos descansa en nuestro comando, pero el impulso de los conflictos y la generación de los diferentes escenarios es tarea de las fuerzas aliadas de la MUD [Mesa de la Unidad Democrática] involucradas en el Plan, por eso nosotros no asumiremos el costo de una intervención armada en Venezuela, sino que emplearemos los diversos recursos y medios para que la oposición pueda llevar adelante las políticas para salir de Maduro.
En otros términos: una estrategia de guerra impulsada por Washington similar a la que se dio en otros puntos del mundo: Ucrania, Irak, Libia, Siria. Es decir: manipulaciones y acciones varias que permiten derrotar al gobierno de turno (en el caso de Siria no fue posible, dado el decidido apoyo ruso), en función de un proyecto geo-hegemónico de la clase dominante de Estados Unidos y de una oligarquía global, que es quien hoy fija buena parte de las políticas del mundo. Países éstos acusados de ser “dictaduras” pero que, casualmente, presentan grandes recursos naturales, petróleo en muchos casos, apetecidos por aquellas corporaciones globales.
Todas estas estrategias, según formula una estudiosa de asuntos internacionales como Ana Esther Ceceña, ya están debidamente probadas en varios lugares, siendo altamente eficaces: “Métodos [terroristas y desestabilizadores] han sido usados en Libia y Siria. Siempre aprovechando y atizando las contradicciones ya existentes y llevándolas a un nivel de confrontación absoluta, que propicia la introducción de fuerzas adicionales (fuerzas especiales de mercenarios), de operaciones encubiertas o incluso de bombardeos del exterior, que no sólo elevan la tensión sino que garantizan el acaparamiento de los lugares estratégicos (pozos petroleros, puertos, pasos o rutas). Generalmente estas intervenciones se combinan también con algunos ataques estrepitosos y fragilizadores, como incendios de infraestructura básica o de hospitales (maternidades, como en Venezuela), para además crear sensación de indefensión.
Según algunas fuentes bien informadas, para el segundo semestre del año en curso estaría planificada la eclosión del actual gobierno de Venezuela. La violencia inducida que está viviendo el país desde hace meses (con alrededor de 120 muertos ya), más la imagen mediática presentada por doquier que muestra un caos generalizado, hambre y represión sangrienta, productos todos ellos de una tiránica dictadura, recuerda el escenario de los países antes aludidos.
En pocas palabras, el Plan estadounidense contempla:
1.  Provocar desabastecimiento de productos de primera necesidad
2.  Impulsar el mercado negro
3.  Fomentar la inflación
4.  Crear violencia callejera con bastantes muertos
5.  Difundir mundialmente una matriz mediática que muestre al país como un caos total manejado por una dictadura sangrienta que hambrea a su población
6.  Inducir una división tajante dentro de Venezuela entre chavismo y visceral antichavismo
7.  Buscar una guerra civil
8.  Pedir airadamente por todos los medios posibles (incluyendo la ONU y la OEA) una intervención extranjera para “restablecer la democracia”, robada por la actual “dictadura”
9.  No está escrito en el plan, pero es el objetivo real: quedarse con las reservas petroleras.


Marcelo Colussi.  Psicólogo y Licenciado en Filosofía. 
Psicoanalista, investigador social, catedrático universitario.

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