CARTA A MI HERMAN@ QUERID@ DEL ALMA






Hola herman@ querid@.

Te escribo a horas, días o semanas del inminente y nuevamente derrotado golpe de Estado en proceso y también de haber leído una vez más, lo sucedido entre los hermanos Bolívar (Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar de la Concepción y Ponte Palacios y Blanco y María Antonia Bolívar Palacios), ante la nefasta llegada de Boves a Caracas, y la necesidad de migrar a Oriente para resguardar la vida de los caraqueños.

Ambos eran mantuanos, blancos, con muchos bienes de fortuna, hijos de una misma madre, pero amados, criados y amamantados por tetas negras y un corazón secuestrado del África. Ambos tenían amiguitos negros. Huérfanos los dos, ambos tomaron caminos diferentes: guerrillero y Libertador él, promonárquica ella. Ambos le escribieron cartas a Fernando VII, él pidiendo el reconocimiento de la patria nueva; ella pidiendo disculpas por su apellido, por las locuras de su hermano y para que le devolvieran sus bienes confiscados. Él cambió el mundo, ella vivió de sus bienes y de una pensioncita que le dio la corona española. Pero ojo, no fueron enemigos, se amaban y se respetaban como hermanos.

Simón fue instruido por su tocayo Rodríguez, también aprendió de Humboldt. Fue formado para lo grande y para lo hermoso. María Antonia fue formada para ser la ama, la señora. Simón eligió cambiar la realidad de opresión de su pueblo, juró por la libertad de su patria en el Monte Sacro. Se alió con Miranda, a quien hizo apresar luego por aquello de que entre un principio y un amigo, se debe optar por los principios.

Derrotado en Puerto Cabello, se asiló en Colombia donde escribió su “Manifiesto de Cartagena”, una pieza extraordinaria de análisis de la realidad de su tiempo. La derrota de la Segunda República lo traslada a Jamaica, donde con unos binoculares especiales, logra ver el futuro. Allí escribe con una pluma mágica su comprensión de la realidad americana y sugiere lo que ha de hacerse. Es la profética “Carta de Jamaica”.

Luego marcha a Haití, donde conoce a su hermano Alejandro Petión, con quien aprende que sin pueblo libre, digno y educado no habrá libertad posible. Allí Bolívar recibe, incondicionalmente, todo lo que necesita para cumplir con su misión.

En 1817 Piar triunfa en batalla de San Félix, junto con Bolívar liberan la Provincia de Guayana y declaran a Angostura capital provisional de la república. Desde el Orinoco libra una batalla epistolar con J. Irvine, emisario del cinismo, por dos embarcaciones que hacían negocios (venta de armas) con los españoles y que fueron confiscadas por Bolívar, quien finalmente le dijo al comisionado gringo: “No pasarán y No volverán. Hagan lo que tengan que hacer pero nosotros defenderemos este suelo patrio hasta el último hombre, así que cuarenta y pa` la cola, y el hombre se fue sin sus barquitos y sin su contenido. Bolívar era terco y ya iban por la Tercera República.

Es allí, en la Angostura de 1819, donde El Libertador propone como ha de concebirse una Gran Nación Americana, unida, grande, prospera, virtuosa y culta: educación, trabajo, virtud y moral, armas libertarias, Conciencia de Clase Social y de Destino Común, Igualdad Practicada, Justicia y Originalidad Identitaria Americana son los ingredientes para una patria necesaria – otra – virtuosa y posible.

Escaramuzas, emboscadas, batallitas y batallotas lo llevan a Carabobo, pero sabe que Venezuela libre pasa por la América libre y que ésta libre depende de una Venezuela libre. Era el Punto y Círculo de Bolívar; él sabía de dialéctica.

Así que de Carabobo sale para el sur americano. Sabiendo Bolívar que Libertad, Democracia y Socialismo significan “El Imperio de la Ley”, cuya soberanía le pertenece intransferiblemente al pueblo, acata la orden del Congreso, en manos de Santander, que le ordena regresar. Bolívar le pasa el testigo a Sucre (como Chávez a Maduro), quien derrota a los colonialistas en Ayacucho.

Una anécdota ayudaría a ilustrar mi narrativa. Estando Bolívar en el Perú y en medio de tremenda fiesta, este observa que las damas no quieren bailar con el general negrito José Laurencio Silva; El Libertador, respetuoso y cuidadoso como era de la diplomacia, se va al medio de la sala, manda a parar la música y señalando al General J. L. Silva le dice algo así como: “Vengase mi negro vamos a bailar esta pieza”, o mejor dicho, dicen que Bolívar dijo: “General José Laurencio Silva, héroe de mil batallas y salvador de la patria, permítame el altísimo honor de bailar con usted”. Y así bailaron esos dos guerreros. Eran dos hermanos.

Bolívar baja las armas y sube la pluma libertaria: Congreso Anfictiónico de Panamá, Constitución de Bolivia, Congresos, cartas y convenciones para fundar y construir el continente equilibrador del futuro.

Corría el año de 1828 y Bolívar sobrevive, gracias a Manuela Sáenz, a un intento de magnicidio en grado de frustración sin drones, dirigido por Santander (del que dicen las malas lenguas que tuvo dos hijos llamados Uribe y Duque).

También en Venezuela tuvimos un vende patria llamado Páez, que héroe y todo, se vendió al imperio por unas cuantas fincas y unas lecciones de piano. Bolívar, quien es echado a patadas de su patria por este Rey de Los Araguatos, finalmente es asesinado de un cáncer, en Santa Marta, Colombia, al que por cierto lo iban a enterrar con una camisa rota, a no ser porque el negrito General José Laurencio Silva, le buscó una decente. El gobierno estadounidense para ese entonces, tenía espías vigilando los pasos de Bolívar, a quien llamaron “ese loco del Sur”. Quien quita y le hicieron lo mismo que a Chávez. Es que los gringos son arrechísimos matando gente, empezando por sus propios pueblos nativos, hasta llegar a Siria, pasando por Hiroshima, El Chorrillo y Las Torres Gemelas.

Bolívar ordenó sacar a su hermana de Caracas, mientras él seguía hacia Oriente, a Barcelona, donde la desunión, los intereses y visiones o interpretaciones personales y parroquiales fueron la causa de muchísimas derrotas.

Bolívar tuvo que enfrentar a Santander, a Páez, a Piar, a Mariño, a Bermúdez, sin contar a Morillo, a Boves y al mismísimo Fernando VII; eso lo significa es que mientras siga en pie un solo bolivariano, habrá esperanzas.

Y ahora, Chávez retoma y re vive a Bolívar desde nuestros tiempos, retoma y recuerda su gesta libertaria, lo trae al presente, su obra, la hace piel y accesible para todos, recuerda , nuestro padre y su doctrina, su herencia.

Ya tú sabes la historia de la Revolución Bolivariana, aunque vista con unos lentes, made in EEUU, pero no importa, no te voy a pedir que cambies de parecer, ni pretendo convencerte de lo que no te ha podido convencer 20 años de historia contemporánea anticolonialista, antiimperialista, anticapitalista y bolivariana. Tan sólo me gustaría que hicieses lo correcto, lo justo, lo cristiano, lo patriota y lo bolivariano. Y si el destino decide que debemos seguir en aceras distintas, entonces será la historia la que dilucide respecto a la verdad, la razón y la correlación de fuerzas.

Tú y yo somos hijos de una misma madre y un mismo padre. Fuimos criados de la misma manera, comimos las mismas arepas con queso rallado, espaguetis con caraotas y bollitos con sardinas, bajo el mismo techo en el Barrio Gran Colombia.

En este momento, recuerdo una oportunidad, en que siendo adolescentes, nuestro hermano mayor y yo, fuimos agredidos por cuatro patoteros del barrio, ellos eran los malos que nos quitaron un balón de futbol, por lo que nos fuimos golpeados y humillados a casa, donde nos recibió papá, que luego de exigirnos respuesta sobre lo acontecido, nos obligó a devolvernos a la calle a defendernos, a exigir respeto, a ser hombrecitos, a no dejarnos someter por nadie, por más grande que fuese, y a regresar con el balón. Así que salimos de nuevo a la calle a pelear con esos cuatro mequetrefes y tarajallos por nuestra dignidad, por el orgullo, por nuestro derecho a un espacio para jugar. Pero la verdad es que fue más por miedo a papá y a que no nos dejara entrar a la casa por pendejos, a sus palabras sobre la valentía, la defensa de lo propio y a no permitir el sometimiento. Nos dieron y dimos, todos llevamos del bulto, aunque yo creo que más nos dieron de lo que dimos, claro, 8 puños son más que 4, pero nuestra determinación a ganar el respeto de papá y a recuperar el balón hicieron lo suyo; creo que quedamos tabla (no podía ser de otra forma, mi ego no me permite decir otra cosa) a pesar de sus tamañotes. Volvimos a casa, llorando por la coñaza recibida y la sangre en la cara, pero riéndonos porque nos defendimos pegándoles duro también y con la pelota en la mano. Era una sensación y una vaina rara lo que experimentábamos, reíamos llorando o llorábamos riendo, todavía no se cuál era el orden de los productos. Lo cierto fue que ganamos y papá nos recibió como en lo que nos habíamos convertido, en unos hombrecitos. En lo sucesivo, los camorreros más nunca se metieron con nosotros. Lección aprendida: hay que defender lo propio.

Y hoy, como ayer, voy (y vamos) a defender lo propio, junto a otros patriotas.

Yo decidí incorporarme a la Milicia Bolivariana. Sé que tú defiendes a la oposición y por ende a Guaidó, que crees en la ayuda humanitaria e incluso en la necesidad de irse del país.

Ojalá y el destino no nos coloque, armados, uno frente al otro. Yo no sé qué haría, si pegarte, dejar que me pegues o hacerme el loco mirando hacia otro lado, pero lo que sí sé, hermano querido de mi alma, es que Donald Trump, Guaidó, la Exxon Mobil, Uribe y Bolsonaro NO pasarán y NO volverán, créelo.

No eres mi enemigo y no soy tu enemigo. Eres mi hermano.

Quien te ama con el corazón,

Tu hermano,

                                                                                                                            Fernando 


También esta carta es para ti, hermano colombiano. Quiero decirte que no eres mi enemigo. 

Tanto tú como yo, cada uno del lado de cada frontera, somos hijos de las ambiciones imperiales, de la ceguera y de las ambiciones mezquinas de Páez y Santander. Tú y yo somos producto de la modernidad y de la cultura guerrerista del capital, que se nutre de la división, la muerte, el saqueo y el engaño. Pero también, y más importante, es que somos hijos de un mismo padre, Bolívar. Yo no reconozco a Santander ni al Duque de Uribe, pero si respeto y amo a Antonio Nariño, a Antonio Ricaurte, a Atanasio Girardot y a Jorge Eliecer Gaitán. No soy tu enemigo, ni eres mi enemigo, eres sí, mi hermano. Yo sueño con que refundemos La Gran Colombia, que fue el gran proyecto del Libertador, para una Gran Nación Americana libre, soberana, feliz, prospera y virtuosa, que no se deje patotear por quienes se creen mejores y superiores a nosotros. Nos están empujando al cainismo, a la pelea de perros entre hermanos. No te prestes para una guerra fratricida; pero necesito que sepas que si lo haces, me voy a defender, nos vamos a defender. Recuperemos el espíritu de la Gran Colombia y digámosle NO a las oligarquías de allá y de acá. Te reconozco mi hermano.

Hermano norteamericano, también estas palabras son para ti. Te respeto, respeto tu modo de vida, aunque no lo comparta, pero cada pueblo debe ser libre de decidir el sistema de gobierno que quiera y necesite darse. Tú gobierno, así como las corporaciones y transnacionales ya han agredido e invadido a muchas naciones del mundo, y desde mi perspectiva, están acabando con la esperanza de vida en el planeta. Los poderosos mandan a la guerra a los pobres a matarse unos contra otros, para luego quedarse con sus recursos.

Tú gobierno y las transnacionales pretenden nuestro petróleo, no quieren que China y Rusia colaboren con nosotros, quieren acabar con “el mal ejemplo” que puede significar Venezuela para otros pueblos y necesitan acabar con nuestro Gobierno, con nuestro Estado y con nuestra Constitución, para convertir a nuestro país y a toda la región en su mercado y en su mina o despensa. Quieren convertir al mundo en un caos para, como dice la gente humilde de nuestro pueblo: “En rio revuelto, ganancia de pescadores”.

Yo reivindico a Muhammad Alí, quien se negó a ir a la guerra y prefirió la cárcel, así como la pérdida de su corona y su prestigio. Ese es un hombre, ese es un humano, ese es mi hermano.

Tú también eres mi hermano, yo padezco igual que tú, sueño con un mundo de paz igual que tú y deseo igualdad de condiciones, igual que tú.

Nuestro presidente Chávez los amó, estuvo con y entre ustedes, los abrazó, los reconoció hermanos y les dio gasolina para sus calentadores en tiempos de duro invierno. Chávez ordenó que la empresa CITGO les ofreciera combustible a ustedes en condiciones especiales, entiendo que mucho fue donado. Para Chávez lo importante era lo humano y no la ganancia; ese era -y es- nuestro presidente supremo y eterno, Él es nuestro ejemplo a seguir.

Es verdad, aquí no sabemos lo que es morir de frío, ni ser considerados lo más bajo de las castas; aquí somos muy igualados, aquí decimos que recibimos nuestra gota de petróleo a través de las misiones sociales, de la educación y la salud gratuitas. En fin, aquí en nuestro país el presidente Chávez y ahora Maduro, decidieron repartir las riquezas entre los más pobres. No puedo negarte que no haya problemas, porque si los hay, pero los iremos resolviendo nosotros.

Deseo estrechar tu mano y siento que lo hago cada vez que Chávez o Maduro visitan Harlem y los saluda y los abraza con cariño y con una sonrisa; porque en cada sonrisa y abrazo a un niño de ustedes, a una mujer de ustedes, a un negro de ustedes, a un oprimido de ustedes, va mi abrazo y mi cariño y el de mi familia, así como para cada oprimido del mundo.

No es justo que el presidente Trump haya nombrado y apoyado a un enemigo de los pobres como presidente. No es justo que alguien se venda y regale los recursos de su nación a los poderosos, cual Tío Tom, a cambio de unas migajas (20 millones de dólares de tu pueblo fueron ofrecidos a Guaidó. A nosotros pretenden robarnos 20 mil millones de dólares de la confiscación de CITGO).

Hermano estadounidense, no eres mi enemigo y yo no soy tu enemigo. Te reconozco mi hermano; pero necesito decirte las palabras que oímos de una autoridad nuestra: el que entre y pise nuestro suelo en calidad de invasor, solo saldrá muerto o derrotado, como en Vietnam o en Cuba.

Me despido de ustedes hermanos míos, sabiendo que, más temprano que tarde, la razón y el amor prevalecerán por encima de cualquier otra consideración o interés.

Mi amor y mi abrazo y el de todos y todas las y los venezolanos de bien, que luchamos por un mundo mejor, necesario y posible de igualdad y justicia.

Quien los ama y respeta,

                                                        Fernando Pérez, un venezolano - tu hermano- sin fronteras.
                                                                                                                     Caracas: 02-02-2019 



Comentarios

Entradas más populares de este blog

REFLEXIONES ACERCA DE LA “MARGINALIDAD”

LA INDOLENCIA

DECLARACIÓN I FORO INTERNACIONAL DE PSICOLOGÍA