2017: ENTRE MEMORIA Y OLVIDO
A Jairo Ortiz, primera víctima del terrorismo del año 2017
Al momento
cuando dejen de doler cada una de las víctimas directas e indirectas,
cuando ya no acompañemos con nuestra compasión e indignación, a
muchas mujeres y hombres, hijos e hijas, a familias desamparadas,
vulneradas y muchas veces desamparadas en su aflicción, entonces, como
sociedad, caeremos, una vez más, en la vergüenza del olvido.
Escuchar a
hombres y mujeres, civiles o militares, víctimas directas o indirectas
ofrecer el testimonio de los hechos ocurridos en el año 2017, nos
sobrecoge el impacto del dolor y de la precariedad de las condiciones de
vida, pero también la fortaleza para seguir adelante la vida, en
condiciones, en muchos casos, en condiciones económicas y sociales de carencia,
debido a la falta de, por ejemplo, de la muerte o heridas invariantes
del miembro de la familia responsable del sustento de tal o cual
familia; en otros casos, arrastrando condiciones de minusvalía
física, sufrimiento y marcas en el cuerpo, producto de heridas de
bala, quemaduras por artefactos explosivos; en todos los casos constatar los
efectos subjetivos de lo que se denomina en el campo de la psicología y
que es comúnmente considerado, como stress post-traumático.
Pero también nos sobrecoge la indiferencia, la
negación, de lo hechos, la tergiversación de las verdades que estan frente a
los ojos, observer como se puede seguir con la vida cotidiana, como
si nada hubiera pasado en las calles, de todo el territorio nacional, con
un encogimiento de hombros, mirando para otro lado, como si todo aquello
no hubiera existido. Y todo esto pasa mientras muchos de nuestros
conciudadanos tratan de seguir la vida con las marcas de la
violencia en sus cuerpos, llorando a los seres queridos, arreglárselas para
alimentar y cuidar a los hijos cuando falta el padre, la madre, el hermano
mayor; ver las lágrimas de la anciana que perdió al esposo y queda
desamparada, sencillamente cuando él estaba cerrando la puerta de su bodega
cuando comenzó el tiroteo. Es lo que se llama “daño colateral”.
La
estadística del número de víctimas, la contabilidad estimada de las
pérdidas materiales son insuficientes para recoger los daños de una
violencia política, descarnada, sin máscara, a la vista de toda una
población. Violencia confundida a propósito, con el derecho a manifestar
y expresarse. Quisiéramos una y otra vez que se escuche a
esos seres, hombres, mujeres, adolescentes, niños y niñas testigos
inmediatos, sufrientes, seres tocados por la crueldad, de esa
violencia a la que le dimos el nombre de guarimbas y la cual
generó tal monto de sufrimiento a todos y todas. Porque al fin y al cabo,
todos y todas fuimos víctimas, lo califiquemos así o no.
Al
transcurrir los días de la escucha, a la empatía se abrochó una
creciente indignación. Es acaso, que quienes por vocación participan
de esas profesiones nombradas por el “psi “ y nos toca recoger
los “ restos “ de la crueldad, del odio, de la violencia , de “eso “que se
desborda, de la desmesura humana, dejar pasar de lado la indignación?
En
Televisión,*, ante una pregunta del entrevistador sobre el lugar de
los trabajadores de la salud mental, Lacan elaborará su respuesta. Tomo
parte de esa respuesta:
-Es cierto que cargarse, la miseria al
hombro, como usted dice, es entrar en el discurso que la condiciona, así no fuera más que a título de
protesta. (…) Por lo demás los psico- cualesquiera que ellos fueran- que se
dedican a vuestro supuesto acarreo, no están para protestar, sino para
colaborar. Que lo sepan o no, es lo que hacen”. (*)
Estas
palabras de Lacan me suenan a advertencia. La posibilidad de no entrar en el
discurso que condiciona esta miseria nos obliga a quienes decidimos
escuchar de cerca, y acompañar a la Comisión para la Verdad, la Paz y
Tranquilidad Pública, creada por ANC en agosto 2017 en el apoyo psicológico
a las víctimas de la violencia política en 2017, nos obliga, repito, a trabajar
para no olvidar y hacer un esfuerzo para construir memoria, y aún más,
insistir frente a los órganos competentes, de la necesidad
perentoria de la justicia.
Qué la
sociedad sepa de los desmanes, no ahorremos palabras en una
información respetuosa en honor a las víctimas, de mostrar los
efectos del terrorismo. Olvidar sin construir memoria resulta muy fácil,
pero los hechos también dejan huellas en las mentes, en la
sensibilidad, de todo el conjunto social. Aquello que no se ha podido
registrar en palabras, simbolizar, siempre vuelve. Para que no se repitan
hechos similares, no basta la elaboración de los discursos. No hay
reparación que valga y borre. Es necesaria la justicia. Si algo debemos
temer es la instauración del fascismo.
Porque
creemos en la importancia de la justicia y de la necesaria
reparación como restablecimiento del tejido social fracturado, es
porque el Colectivo de Psicólogos y Psicólogas por el socialismo
decidió brindar colaboración a la Comisión en lo relativo a
la atención psicológica a las víctimas de la violencia política del
período establecido por la ANC.
Qué ese año
2017 no lo olvidemos, qué no deje nunca de doler. Si el dolor
físico, una vez vencida la causa, desaparece y la fuerza del mismo
se desvanece; sí el dolor por la pérdida de un ser querido,
eso que trastoca nuestra vida aún cuando se prolongue en el tiempo
disminuye aunque no querramos, y se transforma en recuerdo,
no quisiéramos, por el contrario, que los hechos del 2017
pasen al olvido de la negación y la indiferencia. Es necesario que ese
año y los sucesos, permanezca en la memoria de cada uno y una
de los habitantes de la República Bolivariana de Venezuela.
Memoria
social. Memoria de la historia.
Maria Antonieta Izaguirre
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