REPETICIÓN Y NEGACIÓN



Hoy,  28 de octubre, nos  encontramos con una mala noticia: tres  oficiales de policía   heridos y un policía muerto, con motivo de la llamada Toma de Caracas programada por la oposición.  Merecen que los nombremos: Dani Mendoza, Laya Deivi, el Comisionado/Jefe Miguel A Cuevas, y José Alejandro Molina, fallecido, todos cuatro  pertenecientes a Polimiranda.

Nunca crearemos inmunidad frente a la muerte y al duelo que conlleva  y  el sufrimiento de los familiares de aquellos asesinados por la delincuencia común, el paramilitarismo, el sicariato y ahora, y desde hace rato, la guerra.

Pero estas muertes, igual que las del 2013 y  2014 se producen con otros factores en juego, otros factores  las rodean.

De nuevo siento resurgir la indignación, de nuevo tenemos que  enfrentar la arremetida fascista, ese cultivo de la muerte del otro. No importa quien caiga, solo quieren  adueñarse del país y sus riquezas. ¿Escuchamos alguna disculpa, el  asumir responsabilidad de parte de quienes  empujan, con un imperativo violento e impaciente,  a la salida del gobierno, a un “vete ya” pisoteando  la Constitución? Lo que escuchamos es la negación, el desmentido continúo, la indiferencia por las consecuencias de esa  posición política y por los actos realizados en su nombre.  Repetición del horror de  aquello que  desde  las guerras  emprendidas  desde el Norte, con gran cinismo, llaman daños colaterales. La vida de ese policía y de tantos otros pasa a la categoría de daño colateral.

¿Es que acaso no ser  quien aprieta el gatillo  exonera de responsabilidad, peor aún, de culpa?  Señores y señoras dirigentes  admitan que  declaran una guerra, y que en ella se esperan muertos. No siempre como efecto de una bala, también  podemos esperarlos  cuando el objetivo es  privar de alimentos y medicinas. Antes de la operación final  el bloqueo a Irán produjo cientos de muertos  de niños, igualmente calificados de “daños colaterales”.

Cuánta indignación e impotencia  causa el empuje al caos, a la desestabilización y a las muertes sin razón. Como en el caso de estos oficiales, uno muerto, heridos otros, sencillamente porque estaban haciendo lo que corresponde  hacer  en beneficio de la comunidad, asegurando el derechos a la circulación, en protección de los ciudadanos de esta República, la cual aquellos  no quieren y desconocen.

¿La violencia política es legítima?  Pienso que  no se justifica, más aun cuando, en nuestro caso, en nuestro país, hay  medios para alcanzar objetivos políticos, ateniéndose a la Constitución tal como  fue aprobada por  todos  en un referéndum en el año de 1999. Desde un pensamiento por la paz no se justifica la violencia pero cuando se decide asumir, sostenida en razones éticas, se asume con el agregado de la responsabilidad y el dar cuenta del acto o de los actos. Pero, no, hay quienes no  pueden esperar  para asirse de  aquello que esta fuera de los principios constitucionales, caiga quien caiga, se destroce y se dañe.  Porque no es por los derechos humanos, no es porque  se busca   gobernar apuntando  a  beneficios  para  los ciudadanos. Estas son máscaras que ocultan los viejos intereses, los de siempre, no los intereses de protección, seguridad, soberanía y felicidad de todos y todas. Son máscaras para la creencia y la ilusión del seguidor que  dice a los cuatro vientos: “marcho por mi país”.

No se justifica si para conseguir lo que se busca se pierde soberanía  en ello, se inculque el odio, se incite a la violencia, se rompa la solidaridad y la confianza entre los habitantes. No puede ser que se escuche a un locutor de radio  en Mérida, animando a sus oyentes  a que busquen sus armas, que vayan armados que se aproveche la oportunidad de  disparar (lo dijo en otros términos mas degradados) a un chavista, justo como lo hicieron cuando mataron aquella compañera en Mérida cuando trataba de abrir paso en su calle.  O aquel otro que envía un mensaje que llega a los venezolanos en el  exterior,  donde se dice: “saquen sus machetes…..no digan lo que tienen en casa porque el hambre no tiene amigos.….” Y ahí  tenemos  que convivir, ser pacientes, no arremeter contra familiares y amigos que, aunque lo nieguen, se hacen  partícipes y cómplices, en tanto callan, en tanto guardan silencio, en tanto  se unen  en paros, huelgas, sabotajes, amenazas, obedeciendo automáticamente a hacer todo por “salir de un presidente” sin pensar de  lo que se trata realmente,  y aunque no se sepa o se piense, se es igualmente responsable  de las muertes, asesinatos de líderes campesinos, de jóvenes políticos, y los daños materiales y espirituales que se le causa a toda una sociedad. La obediencia incondicional  también se juzga y se castiga.

Si no se puede esperar por los medios que la Constitución, leyes y reglamentos proponen, si a todo y al poder  se quiere llegar por la vía inmediata que implica la violencia, acudiendo a  ella  y pasando por encima de todo,  es porque  algo oculta quien la fomenta. Nos toca, entonces, develar una y otra vez  la causa, las causas de la guerra  contra todo un pueblo,  y hacerlo sin descanso. Hacerlo en los términos de la paz, sin abandonar la alegría del cuerpo y del espíritu.

¡ Cuán difícil , Presidente Chávez, es la tarea asignada para sostener la Patria!   
María Antonieta Izaguirre
Psicóloga Clínica

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