LA CRISIS DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO Y LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA
Consumo, sociedad de:
Prodigioso envase lleno de nada.
Invención de alto valor
científico, que permite suprimir las necesidades reales,
mediante la oportuna
imposición de necesidades artificiales.
Eduardo Galeano
Me han pedido en varias oportunidades intervenir sobre
la ética de la revolución, del revolucionario, la ética socialista, del
misionero, de las actuaciones del ciudadano, por ejemplo. Para ello, revisando documentos,
releyendo autores, he comenzado a plantear algunas disertaciones…
La crisis del capitalismo trae consigo la crisis profunda
de la sociedad de consumo. Asumida como la base indispensable para sustentar
ese sistema, la sociedad de consumo tiene principios y valores deshumanizados
que desviaron el libre y sereno desarrollo humano por el no tan libre y
angustiante desarrollo de tener y acumular, tener a través del consumo y a
través de las pertenencias, consolidar una identidad basada en lo que se tiene.
La identidad de las personas en la sociedad de consumo
parte de lo que se tiene y con ello se siente o se asume el poder. Mientras más
tienes, más poder tienes y el sentirse poderoso hace tener relaciones
interpersonales siempre en condiciones desiguales y de dominación. El acento de
la sociedad de consumo se centra en tener.
Erich Fromm, en su obra Del Tener al Ser (1991),
plantea que tener puede ser parte de la naturaleza humana, pero siempre que ese tener se asocie a la “propiedad
funcional”, que le sirva a la persona en su propio desarrollo. El tipo de
propiedad que sustenta ese tener exclusivo la denomina “propiedad no funcional
o muerta” y genera desviaciones que
producen alteraciones en la personalidad, afectando también la sociedad.
La Revolución Bolivariana, pese a la gran deuda social
que hereda y consciente de satisfacer
necesidades elementales para saldarla, inicia un proceso identitario, amoroso,
auténtico, contrario a la sociedad de consumo. El Comandante Chávez lo inicia
rescatando valores y principios vencidos en la sociedad de consumo. Rescata los
valores de responsabilidad en aquel “Por ahora”; retoma los ideales de Bolívar,
mancillados por la Cuarta República e invisibilizados en los textos escolares; da
vida a nuestras raíces, no sólo con Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora, sino con las
luchas de nuestros aborígenes, nuestros afrodescendientes, nuestras mujeres,
nuestros próceres. Nos devuelve el orgullo de ser venezolanos y venezolanas,
nos devuelve el amor a la Patria tan desgastado con un país destruido y lleno
de pobreza. El proceso Bolivariano inicia un proceso humanista, basado en el Ser.
Chávez y la revolución no prometieron objetos, ni
servicios. Ofreció hacer junto al pueblo un proceso constituyente que nos
permitiera refundar la patria, ser patriotas y tener la patria sustentada en
los valores de Bolívar, nuestro Padre Libertador. Ofreció hacer con el pueblo,
por el pueblo y para el pueblo, a través del poder popular, dando poder al
pueblo de verdad y no en el ejercicio del voto cada cinco años… y lo hizo.
Las necesidades elementales se convirtieron en
satisfacción y acceso a derechos sociales, se reconocieron los derechos
fundamentales para el buen vivir y con ello el pueblo empoderado se activó,
participó, se hizo protagonista de su historia, no se le dieron dádivas, el
pueblo junto al gobierno abrió el espacio para ser a plenitud. Lo social
y el ser humano reaparecieron, se hicieron visibles, y también el inicio del
trabajo para cambiar ese paradigma asistencial, tan difícil de transformar.
Así, el venezolano estudió convertido en patriota, en
vencedor, en triunfador, en cultor, cada derecho reconocido fue apropiado y el pueblo comenzó a construir el poder popular, comenzó a
hacer y haciendo, comenzó a ser de nuevo.
La sociedad consumista, en medio del sistema
capitalista, reaccionó más allá de las miles de estrategias de guerra
psicológica, económica, mediática, financiera, política. Más allá, reaccionó,
confundiendo y reforzando elementos culturales internalizados desde el
capitalismo, desde la dominación, desde el poder instaurado en cada ciudadano y
ciudadana. Perder lo que tienes, desear lo que no tienes, reforzar la identidad
ficticia, reforzar y reproducir valores y principios individualistas, egoístas,
propios de la sociedad capitalista, de la sociedad de consumo, de la sociedad competitiva en torno a lo que
se tiene, al poder de tenencias, al poder burgués, al poder lleno de
propiedades muertas, sin fines de uso, sin poder hacernos seres humanos, solo
teniendo cosas que se pierden. Reforzando y confundiendo sobre los tipos
de propiedades: individuales, privadas,
de medios de producción, de enajenación.
Agudizándose las contradicciones, se comenzó a olvidar
lo que somos, lo que hacemos y se le dio fuerza nuevamente a lo que tenemos, a
necesidades ficticias. Se vendieron personas, estilos, principios, se
traiciona, se fomenta el consumo y con ello se hiere a la Revolución y
principalmente a la sociedad humanista, a la humanidad socialista que aun no
termina de nacer. Para agudizar las contradicciones se comienza a atacar las
necesidades básicas y la confusión y el equilibrio se agudizan.
Debemos reforzar lo conquistado, impulsar la vida auténtica,
“el vivir bien como persona, no como instrumento, es el fin supremo de los
propios esfuerzos” (p.149) tanto individuales como sociales y de la Revolución
Bolivariana. El buen vivir centrado en el ser será garantía de la suprema felicidad social. Debemos ser
productores, estudiantes, trabajadores, padres, madres, hacedores, ser
lo que nuestra naturaleza nos exige y producir para todos y todas para poder
existir desde lo colectivo, con los valores de la solidaridad como impulso de
la trasformación individual y social; solo así lograremos una sociedad
humanista, bolivariana, socialista.
Estamos en una época de cambios paradigmáticos,
incomprensibles por muchos, aferrados en viejos esquemas y conocimientos
vencidos. Prácticas cómodas ya aprendidas e internalizadas. Debemos avanzar
hacia una sociedad diferente, esa que emerge de un sistema que se resquebraja,
que se niega a morir y que es defendido por aquellos que sólo ven superficialmente,
desde la comodidad, del consumo, de lo conocido, desde la propiedad para
acumular, desde la identidad frágil centrada en tenencias pasajeras.
En este momento de grandes dificultades, donde las
necesidades reales y las ficticias se desdibujan, y donde alcanzar el
equilibrio - en medio de rumores,
provocaciones, acciones incomprensibles, muchas de ellas promotoras de violencia-
se hace difícil debemos preguntarnos sobre quiénes somos, qué hacemos, qué
hemos desarrollado o alcanzado como meta de realización en la vida y con las
fortalezas internas, estoy segura que logramos vencer las cotidianidades tan
complejas desde la autenticidad.
Lo trascendental es lo verdaderamente autentico, no lo
pasajero, eso va y viene y además cambia de acuerdo a las modas, situaciones
económicas, sociales y culturales.
La idiosincrasia del venezolano y la venezolana
siempre es creativa, con grandes iniciativas positivas y con aportes
colectivos, la sociedad de consumo nos atrapa, la sociedad humanista nos
libera, es momento de crear, de juntarse, de impulsar, de concentrarnos en
construir y producir, es momento de vencer.
Son dos grandes paradigmas que se confrontan y
queriendo o no estamos inmersos en ese combate, con vista larga podremos
vislumbrar el futuro de la humanidad,
una nueva más humana, con valores
más sanos o la destrucción basada en competencias desalmadas y un
individualismo basado en principios destructivos de lo colectivo. Debemos aprender a ver desde más allá de lo
racional, que nuestras emociones no
transformen lo que vemos, el caos se sitúa en un lado de la vida no en
toda, la prueba de realidad frente a lo importante nos da sosiego y paz, la cotidianidad con los valores y principios
del consumir nos da incertidumbre y angustia. Ejemplos sobran en el mundo,
basta mirar lo que sucede con los gobiernos neoliberales cuyo objetivo es
mercantil e inhumano y los intentos de hacer un gobierno de justicia social cuyo
objetivo central es el ser humano, la comunidad y el buen vivir. Debemos tomar
conciencia de la realidad interior y exterior de uno mismo para poder avanzar
al mundo que soñamos.
Ante las difíciles circunstancias actuales debemos
fortalecer la organización, la cooperación, las redes solidarias, la
creatividad, la paciencia y principalmente la convicción que son momentos
pasajeros…. pasarán, debemos afrontarlos con fe y amor por el prójimo, por
nuestras acciones, por nosotros como pueblo y por la patria.
La revolución Bolivariana es esperanza.
Mg. Ovilia Suárez
Erich Fromm. Del tener al ser, 1991, Paidós. Barcelona
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