NOS HABITUAMOS A COMBATIR EN LA CALLE.
Desde una perspectiva muy
general, un hábito se puede entender como una serie de comportamientos que se
repiten y se vuelven una práctica recurrente, cotidiana y que nos identifica,
la cual fijamos hasta el punto de cometerla constantemente de manera espontánea
e irreflexiva. Estos comportamientos pueden ser prácticas individuales o
colectivas, en donde además, aportan un fuerte sentido identitario, ya que se
logran convertir en pautas de comportamiento, generando fuertes lazos que
definen el accionar de grupos humanos a partir de acciones compartidas.
En este sentido “irse a la
calle” ha sido una de las prácticas que más nos ha caracterizado como seres
humanos, como sujetos políticos, como latinoamericanos, y claro está como
venezolanos. Son muchos los sentidos de estar en la calle: es el refugio de
nuestros encuentros, también de los cafés pendientes por tomarse con tantos/as
conocidos/as, de nuestras pasiones, de nuestras rutinas, es allí donde está
nuestro lugar de trabajo, el mercado, el banco, la tasquita, los trámites, en
fin, recorrer la calle nos constituye como seres humanos modernos que nos hace
encontrarnos en lo público y colectivo. Si hilamos un poco más fino, también
podríamos recordar rápidamente, que allí, en la calle, exacerbado mucho más
estos últimos 60 años, y ni que decir de los últimos 20, es el lugar donde
hemos sido protagonistas de las grandes luchas colectivas, es allí donde hemos
marchado en una sola voz mirando horizontes comunes, donde hemos soñado en
colectivo y donde hemos luchado en contra enemigos comunes. La Patria, no tiene
otra cantera para forjarla que en la calle.
Es por ello, que salir a
la calle, a defender la patria y a defender la paz, se han convertido para
nosotros en un hábito, en una práctica tan arraigada, que nos identifica como
pueblo organizado e históricamente luchador. Ante cualquier amenaza, y más aún,
aquella que atente contra la vida misma que tanto hemos defendido, hemos salido
sin pensarlo, nos han encontrado en la calle.
Ir en contra de un hábito,
o tener que abandonarlo de manera abrupta, es quizás una de las cosas más
difíciles que los seres humanos podemos experimentar. La aparición de esta nueva
cepa del coronavirus, con todos sus estragos que ha causado a nivel mundial,
llega en nuestro país como una inminente amenaza, ante la cual nuestra reacción
habitualizada sería salir a combatirla en la calle, pero por su propia
naturaleza y sensibilidad de contagio, nos cambia la seña y resulta que la
mejor forma de luchar contra ella es haciendo lo que NO estamos acostumbrados a
hacer, quedarnos en casa. Lógicamente, si ahora sabemos que este virus atenta
contra nuestra salud, pero también contra nuestras formas de enfrentar la
amenaza, nuestra propia identidad y nuestras raíces, debemos deducir que
estamos interrumpiendo un hábito profundamente arraigado, lo cual trae como
consecuencia, sentirnos que no estamos aportando a la solución del problema, ansiosos,
nerviosos, desinformados y muy consternados. Reconocer esta forma de sentirnos,
es quizás uno de los pasos más importantes para tomar conciencia de la enorme
importancia que tiene aportar a esta lucha desde nuestra trinchera más íntima,
desde nuestro hogar. Muy por el contrario a las reacciones que podemos tener,
debemos analizar que ante esta nueva realidad, el quedarnos en nuestros hogares
y asumir la cuarentena voluntaria con la mayor disciplina, es quizás una de las
armas más poderosas que tenemos para ayudar a las gestiones emprendidas por el
Estado venezolano.
José Briceño
Psicólogo Social
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