DEL DISTANCIAMIENTO FÍSICO AL ENCUENTRO SOCIAL
¿Qué
pensaremos, sentiremos y haremos al pasar esta coyuntura? ¿Cuál será nuestra
percepción de una realidad no prevista? Suele decirse que ante situaciones
límites o catastróficas,
hay personas que se fortalecen en sus convicciones; otras sufren cambios
favorables continuando sus vidas, y algunas quedan descolocadas, sin asideros
ante los
nuevos retos. Hablamos de situaciones límites porque tocan experiencias de
muerte, vivencias y creencias que nos sostienen. No es de extrañar que se
hagan análisis,
reflexiones y discursos para responder a un agujero en el saber de nuestra experiencia
cotidiana ante
lo insoportable. A esos análisis se suman poemas, canciones, imágenes que
nos recuerdan que después de la tormenta nos espera el amor, la tierra en su
fertilidad.
Que
luego de este distanciamiento físico, que nunca ha sido un real distanciamiento
social, vendrán los encuentros, saludos y abrazos, la cercanía más próxima de
humanidad.
La
necesidad de existencia como seres sociales, se puso de manifiesto y pudo
realizarse gracias a los avances tecnológicos. Se acortó lo irremediable de la distancia
física del tiempo de cuarentena al contar con la posibilidad de llamadas,
Whatsapp, redes, videos y múltiples formas de sostener la vida social. Ante
este malestar que nos llegó de afuera, por sorpresa, imposible de evitar y
anticipar, habrá personas que saldrán fortalecidas en sus convicciones porque hicieron
una elección tiempo atrás sobre la forma de concebir el mundo y la sociedad. En
otras se producirán cambios que, siendo cónsonos con las circunstancias, conducirán
a una satisfactoria inserción social.
En
ambos, la posibilidad queda bajo la responsabilidad de cada quien. No obstante,
desde las instituciones, las organizaciones sociales y las comunidades podemos construir
corresponsablemente plataformas que generen estabilidad y confianza social en
un futuro de voluntad y esperanza, aun cuando el tiempo de la postpandemia continúe
estando bajo asedio y en guerra.
Quizás
no podamos predecir los cambios en lo subjetivo, en las actitudes y comportamientos,
pero si atisbar algunos aspectos observando lo construido en este camino lleno
de obstáculos que hemos visto florecer en tiempo de cuarentena.
Pensamos
que en el futuro mediato se fortalecerá el poder popular, el valor de lo
colectivo y la solidaridad. Lo hemos visto poner en práctica en múltiples
formas, con el cuidado de la familia y del vecino, incluso más allá en un
nosotros colectivo como un valor rescatado. Se ha reafirmado una conciencia de
género humano que nos lleva a extender la mano, más allá de nuestras fronteras,
que nos mueve a la compasión, pero también a recibir ayuda, la colaboración de
otros pueblos con infinito agradecimiento.
En
la necesaria convivencia en casa y en familia es muy probable poder encontrar
nuevas herramientas para la convivencia, formas de expresar los vínculos sociales,
las vías del afecto y el respeto. Ello implica un sentido de conciencia y
responsabilidad para aprender de la convivencia. De allí, la importancia de
programas de apoyo psicosocial emprendidos durante la cuarentena para cultivar
relaciones sanas y fortalecidas.
El
hecho de confrontar hace meses la escasez de productos de primera necesidad y
la obligatoria reducción del consumo es un aprendizaje para afrontar nuestras necesidades
y las ofertas del mercado en todos los órdenes de la vida con criterios más
realistas, diferenciando lo fundamental de lo accesorio. Incluso, los problemas
que a diario vivimos con el suministro de la gasolina harán que en lugar de la
queja, comprendamos su valor real.
Estamos
encarando una forma distinta de relación con el trabajo. Aspecto esencial de
nuestro ser como seres hablantes. El valor del trabajo será revisado, no solo en
su forma creadora sino en sus posibilidades de insertar al trabajador,
cualquiera sea su forma particular de producción y de ejercicio, en la vida de
la comunidad.
No solo la idea
del trabajo a distancia de la oficina y de la vida de la ciudad, sino inserto
en las comunidades. El hecho de estar cercados por el mismo peligro invisible hace
imprescindible la colaboración de todos y todas, con la esperanza que más allá
de las diferencias de las posiciones ideológicas y políticas, nos convenzamos de
la necesidad de la unión y el sentido de patria y nación. La posibilidad,
quizás inédita, del regreso de
quienes se
marcharon tiempo atrás, unido a las condiciones del retorno, se puede mirar
como una forma de restablecer vínculos sociales rotos, algo tan necesario para la salud del
cuerpo social.
María Antonieta
Izaguirre
Psicóloga-
Psicoanalista
*Publicado en la Artilleria del
Pensamiento.
Correo del Orinoco
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