DE GUARIMBAS Y ÉTICA
¡Ay de quien por necesidad requiera ponerse en manos de un profesional de la medicina en estos tiempos de polarización! Además de la angustia, del dolor y la incertidumbre, en lugar de la hospitalidad nos enfrentamos a la hostilidad. Si el o la paciente es vista, por su apariencia, ropa, color de su piel u otro rasgo que el profesional clasifique como una posible “chavista”, caerán sobre él o ella frases alusivas a lo mal que estamos, lo imposible de ejercer la medicina en estos tiempos, cuando no son frases de desprecio al gobierno, al país, o la “gente” que vota por este gobierno, el de Chávez, el de Maduro. En el caso de tener los rasgos que, en la entendedera del profesional, lo lleven a considerar que el paciente piensa igual, hay que sufrir la andanada de frases y quejas revelando su amargura, el paciente entonces tiene que escucharlo y esperar que se desahogue. Solo nos resta, en uno u otro caso, pasar suave, porque no sabemos qué garantía tenemos que esa amargura no se vuelque en el acto médico.
Qué
terrible que la ética profesional de
cualquiera de los o las profesionales de la salud, incluso de la salud mental,
quede de lado. Ni un pensamiento sobre
si aquellas frases, el gesto o la acción hieran al paciente, lo perturben y no
ayuden para nada a resolver su problema, a confiar en quien lo asiste, cambiar
su dolor por alivio, la angustia por la
calma, la enfermedad por la curación. Nada de eso importa ante la demostración
“militante” de la oposición. Y cuando se trata de un hospital público no hay
ninguna consideración de que el salario devengado proviene del mismo pueblo,
del mismo gobierno del que se despotrica.
Ni una consideración que desde la posición de “poder”, supuesto, por
cierto, esta actitud humille al
semejante que no ha hecho otra cosa que padecer, enfermarse y no saber qué le
acontece.
Si las
guarimbas callejeras buscan paralizar, desestabilizar, violentar la vida
ciudadana, esta situación aquí descrita también la podemos llamar guarimbas.
Aunque la guarimba del juego infantil era un refugio para lograr seguridad y un
momento de apaciguamiento en medio del agite del juego, esta acepción
de guarimba es el espacio desde
donde se dispara la palabra dañina. Recibir desprecio y humillación ¿será
el precio a pagar por la atención
médica? Algunos podrán elegir, cambiarse de hospital, clínica, de
médico, de tratante, de terapeuta, pero muchos no pueden. En ese caso, solo les
quedará ¿“morir callados”?
Digámosle
NO a esa humillación.
María Antonieta Izaguirre
Psicóloga Clínica
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