DESVÍOS. CONVERSACIONES CON OPOSITORES CERCANOS.
Las
metáforas dicen y esconden al mismo tiempo. Nunca son suficientes para agotar
lo que se quiere decir. Y es que siempre
hay algo que escapa al lenguaje. Por eso, sin pretensiones de recetas, quizás
más desde la preocupación por la convivencia, conviene darle una vuelta más a
las conversaciones entre opositores y chavistas. Esta vez viviéndolas como un
viaje en una carretera sinuosa, con vegetación y muchos desvíos.
En esa
carretera para llegar a alguna parte hay tres instrucciones: no aceptar desvíos,
preguntar en cada encrucijada y tolerar
el silencio. Los desvíos son esos temas que una vez introducidos cambian el
sentido del tema original y derivan en bifurcaciones y ramales de temas que
convierten la conversación en un océano de temas con un 1 cm de profundidad. Y
no es una descalificación, sino una profunda preocupación. Hay opiniones increíbles. Alguien muy querido
me dijo que antes los socialistas podían serlo y no les pasaba nada y mi pecho
se apretó por tantos que fueron desaparecidos y asesinados por su ideología. Yo
no lo viví, ni quiero vivirlo, tampoco quiero explotar de rabia por estas
opiniones. La vocación rabiosa no ayuda.
Los desvíos se van haciendo más difíciles en la medida que avanza el
viaje, son fácilmente reconocibles debido al enrojecimiento de la piel, golpe
de rabia o de calor repentino. Eso rabioso que alerta un punto subjetivo
neurálgico en el chavista o en el opositor. Deténgase.
Cuando
aparezca un desvío, no caiga en la tentación de explicar, describirlo o
persuadir, sólo pregunte. La pregunta es la oportunidad para un corte que llame
a profundizar. Seleccione un significante, haga una frase y enciérrela en
interrogación. Tenga paciencia. No llene la conversación de disertaciones
históricas o filosóficas que descalifican y que no les gusta. Están centrados
en una visión presentista. Ya en el desvío no les importa quién dejó el mapa o
reflexionar sobre la importancia de planificar los viajes. Tenga paciencia y
sapiencia.
El
silencio ¡Cuánto nos cuesta! Es esa pausa incomoda, la ausencia de palabras que
permite escuchar otras cosas. Evite precipitar la palabra, no complete a la
persona. Déjela estar en silencio, mientras más dure mejor. El silencio es como
un soplido, un respiro, una calma muy necesaria. Se cultiva y se le cuida. Es
un recurso valioso en momentos verborreicos.
Estas
metáforas no alcanzan para dar cuenta de lo complicado que puede resultar
sostener conversaciones productivas entre opositores y chavistas. Seguiremos
intentándolo. Porque quienes asumimos una concepción problematizadora de la
realidad, no podemos caer en angustias de malestares subjetivos que son
insospechados por sus portadores. De tristes personas que, teniendo alacenas
llenas de comida, pueden estar horas hablando sobre supermercados donde no hay
comida y exaltarse cuando escuchan la palabra “contrabando”. Sabemos se trata
de otra cosa subjetiva que colman y evitan desparramándose en estos temas. Usando
preguntas, quizás el vacío, el silencio abismal y la respuesta contradictoria, acompañada
de una nueva pregunta, sea mejor que actuar como una fábrica de explicaciones e
interpretaciones. La experiencia probada dice que es mejor una palabra en mano
que cien volando. Parafraseando, quizás una sola pregunta baste para comenzar a
sanar la forma tan inútil de derivar temas y temas y temas sin tratar ninguno a
profundidad. Por los hijos, las hijas, pareja,
padres, madres y amistades, vale la pena intentarlo. Si perdiésemos la ternura
y la pregunta militante, seríamos otra cosa distinta a un lazo social desde el socialismo.
No se puede tener una conversación sólo preguntando, pero hacerlo con mayor
frecuencia es mejor que viajar a ninguna parte. No acepte desvíos. Y si usted
es una persona opositora, ponga de su parte. También es su responsabilidad.
Irene Faria
Psicóloga Social
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